Las crisis y la historia

...los recursos nacionales van faltando para tan inmensos proyectos. Las fuerzas que se oponen a la Monarquía son muy fuertes y actúan en todas partes; hay una inercia que petrifica ciertas formas de organización, que no se adaptan a las nuevas circunstancias; hay fatiga, corrupción, un pesimismo que va invadiendo a los gobernantes y a los hombres de pensamiento. Sobre todo, van menguando las esperanzas; se duda de que las cosas malas tengan remedio, en gran parte por la incomprensión o la desaprobación exterior. No se olvide que es el momento de la historia europea en que las naciones empiezan a estar verdaderamente presentes unas a otras, en que tiene real influencia lo que piensan y dicen de las demás. […]

… son muchos los españoles que se sienten en declinación. Las dificultades no son mayores que en otras épocas […] pero España se ha acostumbrado a la victoria y a la prosperidad, y los reveses parciales le parecen ominosos. Cuando se dice «las cosas no van bien» se trata casi siempre de un utopismo en que se supone que pueden ir completamente bien, porque se desconoce o se ha olvidado la condición conflictiva de la realidad. Al hombre español del siglo XVI le parecía normal que las cosas no fuesen demasiado bien, y le bastaba con su convicción de que iban «hacia adelante»; el del XVII se ha instalado excesivamente en ella, e interpreta como declive cualquier descenso. Por eso la impresión de decadencia es anterior a su consumación […]

Lo que fue decisivo, y de efectos perdurables, fue el estado de ánimo de los españoles y de la mayoría de los extranjeros, en buena medida inducido en aquellos por estos. La impresión de decadencia quedó arraigada en las mentes y en las almas —justo al contrario de lo que sucedía desde el advenimiento de los Reyes Católicos hasta finales del XVI—; ni siquiera los hechos contrarios a la decadencia quebrantaban la convicción de su existencia e irreversibilidad. Ha habido la tendencia a interpretar negativamente todo, y en su forma más grave, con manifiesto desprecio de la realidad.[….]

La decadencia fue, sobre todo, una crisis de la esperanza.[…]Lo que caracteriza esta época es la desilusión.

España inteligible. Julián Marias

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Seguimos con las lecturas veraniegas. Me asombra la amplitud de conocimientos y documentación de Marías, la enormidad de su cultura histórica y filosófica, su sagacidad para apartarse de los tópicos, los caminos trillados y las consignas. Esto último me parece su gran mérito.

La situación descrita en el texto anterior pertenece al siglo XVII; nos resulta, sin embargo, muy familiar -es un reto encontrar las diferencias con nuestro momento actual-. El texto es inquietante: «la impresión de decadencia es anterior a su consumación». Preocupa el final del marasmo de agosto y el presumible espasmo de septiembre [ términos con los que Julian Marías expresa la polaridad de la realidad española del XIX]; las dificultades socio-económicas para gran parte de la población -desempleo, impuestos..-, el esperado y temido rescate con sus contrapartidas económicas y políticas, las elecciones autonómicas y la nueva entrada en escena de los nacionalismos en sus versiones más radicales.

Intentaré acabar de manera positiva: La desilusión y la crisis de la esperanza del XVII necesitaron de más de un siglo para consumar la realidad que presumían. Dicen que se debe conocer la historia para no repetirla.

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[PS. Una pregunta: ¿Aunque no lo evitase, deberíamos conocerla?].

One Response to Las crisis y la historia

  1. Toro says:

    Por supuesto, debemos conocer la historia para saber quienes somos.

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