Del Ser como la bella durmiente.
29 agosto, 2020 18 comentarios
Se recostó contra el tronco del abeto, el ascenso lo había dejado exhausto. Apenas hubo recuperado el aliento tanteó en sus bolsillos la cajetilla de tabaco, sacó un cigarrillo, lo encendió y dio una profunda calada a la que siguió una gran bocanada de humo, a través del cual podía contemplar el paisaje que se extendía ante su mirada. Con cada inspiración, entrecerraba los ojos y veía el paisaje de nuevo; pero ahora como recuerdo, con los ojos de la fantasía. Espiración e inspiración, inhalación y exhalación, presente, pasado y, a veces, futuro, presencia , recuerdo o fantasía. Podía, extendiendo la mirada hacia el frente y hacia abajo , contemplar los bosques y los roquedos, los matorrales y el vuelo del águila, los campos yermos y los cultivados, los caminos y las veredas, las casas y los rebaños, como presencias directas o representadas en la imaginación. Algún día, pensó, cerraría los ojos definitivamente; las cosas desaparecerían no solo de su visión, sino también de la memoria y la fantasía. Sin embargo, todas aquellas visiones permanecerían presentes durante siglos y milenios a los paseantes venideros , tal como lo habían sido a otros anteriores; y no serían, como no lo habían sido antes, muy diferentes a la suya. Imaginó después un mundo en el que no hubiera -ni los hubiese habido nunca- paseantes: no se habrían dado ni podrían darse ninguna de esas visiones. ¿Podría, sin embargo, decirse que en ese mundo habría montañas, bosques, roquedos….? No podría decirse. Pero permanecerían como posibilidades dormidas, en espera del posible paseante que las despertara.
Apagó el ordenador. Y en ese momento, en la oscuridad de la madrugada, pensó con extrañeza cómo infinitos milenios de materia habían dado lugar a aquella canción