Recuerdo de una lectura. Fenomenología del espíritu. G.W.F. Hegel

El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontecido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos.  

Jorge Luis Borges

Lo que sigue es una historia, un relato, el relato de una aventura; o, mejor, dos relatos, dos historias, dos aventuras; una es el caso o la cosa: la Fenomenología del espíritu de Hegel, que entre otras muchas dificultades, tiene la peculiaridad de aludir en cada página, explícita o  veladamente, a otras historias y a otros personajes; la otra historia, el otro relato, es la del lector, la de cada lector. Este escrito trata de la segunda, pero no puede prescindir de aludir a la primera. El lector necesita de acompañantes y de guías, innumerables, visibles e invisibles, vivos y muertos.

Comencemos el relato:

1.  Es natural pensar, que en filosofía, antes de entrar en la cosa misma, es decir, en el conocimiento real de lo que es en verdad, sea necesario ponerse de acuerdo previamente sobre el conocimiento, considerado como el instrumento que sirve para apoderarse de lo absoluto o como el medio a través del cual es contemplado.

2.  El saber que es ante todo o de modo inmediato nuestro objeto, no puede ser sino aquello que es él mismo saber inmediato, saber inmediato o de lo que es. Debemos mantener aquí un comportamiento igualmente inmediato o receptivo, es decir, no alterar nada en este saber tal como se nos ofrece y mantener la aprehensión completamente aparte de la concepción.

3. La meta, el saber absoluto o el espíritu que se sabe a sí mismo como espíritu   tiene como su camino el recuerdo de los espíritus como son en ellos mismos y como llevan a cabo la organización de su reino. Su conservación vista por el lado de su ser allí libre, que se manifiesta en la forma de lo contingente, es la historia, pero vista por el lado de su organización conceptual es la ciencia del saber que se manifiesta, uno y otro juntos, la historia concebida, forman el recuerdo y el calvario del espíritu absoluto, la realidad, la verdad y la certeza de su trono, sin el cual el espíritu absoluto sería la soledad sin vida; solamente

del cáliz de este reino de los espíritus

rebosa para él su infinitud.

Con el primer texto se inicia laIntroducción a la Fenomenología del espíritu; con el segundo, el primer capítulo:La certeza sensible, o el esto y la suposición; con el tercero  concluye el libro, y  concluye con el rotundo título: El saber absoluto.  Entre los tres textos  median más de cuatrocientas páginas que he podido recorrer en grata compañía durante cuatro años, semana tras semana, con interrupciones vacacionales más breves que las de los maestros. Sin aquellos que me han acompañado, yo no habría  podido llevar a cabo esta lectura; no solo por falta de ánimo, sino esencialmente de capacidad. Así pues, una ovación para la compañía: Juanma, Rubén, Emérito, Felipe y Juanjo.

Y luego, las otras compañías, las que transmiten el caso o la cosa,  los brujos y los guías:

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Las nubes. Pretexto para el esbozo de una introducción a Kant en primero o segundo de bachiller.

Inútilmente interrogas.

Tus ojos miran al cielo.

Buscas detrás de las nubes,

huellas que se llevó el viento.

Buscas las manos calientes,

los rostros de los que fueron,

el círculo donde yerran

tocando sus instrumentos.

Nubes que eran ritmo, canto

sin final y sin comienzo,

campanas de espumas pálidas

volteando su secreto,

palmas de mármol, criaturas

girando al compás del tiempo,

imitándole la vida

su perpetuo movimiento.

Inútilmente interrogas

desde tus párpados ciegos.

¿Qué haces mirando a las nubes,

José Hierro?

Las nubes. José Hierro.

Juguemos a buscar figuras reconocibles en un cielo con  nubes blancas,   dispersas, recortadas en su azul:  allí vemos un rostro, unas huellas,  un instrumento, unas manos, una campana… es claro que nada de eso puede ser visto si carecemos del concepto correspondiente.  Este reconocer no es mera pasividad, sino que presupone una actividad en la que recortamos,  separamos  y unimos para formar la figura; que no es un acto de pasividad inmediata se evidencia cuando intentamos que otro vea la misma imagen: éste tendrá que esforzarse en esa actividad de manera consciente hasta que la imagen nombrada aparezca ante sus ojos. 

 Interpretemos esto a la manera kantiana.  

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Observaciones a la lectura de la primera parte de Así habló Zaratustra.

y medito a las horas tranquilas de la noche,
cuando el tiempo convida a los estudios nobles,
el severo discurso de las ideologías
-o la advertencia de las constelaciones
en la bóveda azul…

Jaime Gil de Biedma

Finalizada la lectura de la primera parte de Así habló Zaratustra debemos hacer balance, esta vez prescrito, en su primera despedida, por el propio Zaratustra a aquellos que se llamaban sus discípulos: ¡alejaos de Zaratustra, o mejor avergonzaos de él, tal vez os ha engañado!

¿Avergonzarse?  El peor de los sentimientos;  tanto que deberíamos evitárselo, incluso,  al peor de nuestros enemigos, nos advierte Zaratustra. Sin embargo, con esta máxima crueldad, máxima negación, debemos ahora examinar las enseñanzas de Zaratustra, sólo así discípulos y maestros pueden hacerse dignos unos de otros. Porque no ha habido lejanía ni crueldad previa, no valen nada las creencias ni  los creyentes. (Pensamiento crítico diríamos con palabras actuales,  si no fuese porque el gastado sintagma opera de manera contraria a la que enuncia; aquí y ahora, pensamiento crítico significa: seguir, tras el desayuno,  las consignas del  bando al que estamos adscritos).

¿ Sobre qué versa la enseñanza fundamental de esta primera parte con que se inicia Así habló Zaratustra? No del superhombre, sino del hombre y del amor al hombre.  El hombre es una cuerda tendida (geknüft=anudado) entre el animal y el superhombre, es decir, el hombre está atado tanto al uno como al otro, no puede escapar a su naturaleza animal porque le constituye, pero también reside en él el superhombre (der Übermensch);  la necesidad de su autosuperación, de ir más allá de sí mismo, de inventar, de crear y crearse, de estar necesariamente vuelto hacia el futuro como posibilidad. La imposibilidad de llegar a ser actual y completo; siempre inactual y venidero.  Si esta tensión paradójica constituye el hombre, amar al hombre sería amar, alimentar o procurar esta tensión e igualmente aquello que debería despreciarse es todo aquello que la debilita, descuida o mata,  esta posibilidad está representada en la figura del último hombre

Nada de lo anterior me alteró el color, no sé a ustedes. Pero un cierto calor sorpresivo me invadió al leer, en el último capítulo de esta primera parte,  lo siguiente:

¡Vosotros los solitarios de hoy, vosotros los apartados, un día debéis ser un pueblo:  de vosotros, que os habéis elegido a vosotros mismos, debe de surgir un día un pueblo elegido -y de él, el superhombre.!

!En verdad, en un lugar de curación debe transformarse todavía la tierra ¡ Y ya la envuelve un nuevo aroma, que trae salud -y una nueva esperanza!

¿Pero  Zaratustra es otro visionario, otro profeta, otro utopista, otro alucinado que viene a prometernos felicidad en otro tiempo? ¿No estaban muertos ya todos los pueblos? ¿Otro tiempo  y un cumplimiento final en él del superhombre? 

No. Prefiero volver a  la primera interpretación y ver en este último texto la advertencia de la imposibilidad de entender el yo sin el otro. El sentido del hombre, su autosuperación, comprende y necesita de los otros a los que darse.

Nos vemos en septiembre.

La individualidad, como la realidad de lo universal.

Exposición de un fragmento de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Páginas 229-231 En la edición de FCE traducida por Wenceslao Roces

Introducción

Este apartado tiene una estructura muy típica del estilo hegeliano en La Fenomenología del espíritu; en el primer párrafo resume lo que va a desarrollar en los párrafos siguientes (II, III, IV, V). Asistimos a la transformación  de la conciencia, mediante la experiencia de sí misma,  que culminará en una nueva comprensión de la relación individual-universal;  punto de  inicio para  una nueva forma de la conciencia, la más perfecta, al menos, de las aparecidas hasta el momento: La individualidad que es para sí real, en y para sí misma. Esta figura es objeto del capítulo siguiente de la Fenomenología del espíritu.

Aunque quizá es algo muy evidente, quiero resaltar, aunque solo sea en interés de mi propia comprensión,  que de lo que aquí tratamos es de formas -modos- de la conciencia o ,mejor dicho, de la autoconciencia:  formas o  modos como  la conciencia se comprende a sí  misma:

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