La individualidad, como la realidad de lo universal.

Exposición de un fragmento de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Páginas 229-231 En la edición de FCE traducida por Wenceslao Roces

Introducción

Este apartado tiene una estructura muy típica del estilo hegeliano en La Fenomenología del espíritu; en el primer párrafo resume lo que va a desarrollar en los párrafos siguientes (II, III, IV, V). Asistimos a la transformación  de la conciencia, mediante la experiencia de sí misma,  que culminará en una nueva comprensión de la relación individual-universal;  punto de  inicio para  una nueva forma de la conciencia, la más perfecta, al menos, de las aparecidas hasta el momento: La individualidad que es para sí real, en y para sí misma. Esta figura es objeto del capítulo siguiente de la Fenomenología del espíritu.

Aunque quizá es algo muy evidente, quiero resaltar, aunque solo sea en interés de mi propia comprensión,  que de lo que aquí tratamos es de formas -modos- de la conciencia o ,mejor dicho, de la autoconciencia:  formas o  modos como  la conciencia se comprende a sí  misma:

  1. Se comprende como individualidad singular en el goce de lo sensible, mientras lo universal (ley, instituciones..) lo desprecia como vacío y muerto.
  2. Como corazón en el que se da una unidad inmediata, en el interior, entre el singular y la ley;  pero que se pierde , fracasa, en su querer realizarse efectivamente; este fracaso se manifiesta en sí misma como desvarío y frente a los otros como un curso del mundo que se le opone y la doblega.
  3. Como virtud que toma como esencial el universal que pretende realizar sacrificando la individualidad, la suya y la ajena. La individualidad sólo vale en la medida en que por medio de su sacrificio emerge lo universal.  Es en este punto,  que vimos en la sesión anterior,  en el que nos encontramos y del que parte -y presupone-  todo el análisis siguiente.

 

Párrafo I. De cómo la virtud es vencida por el curso del mundo.

Recordemos la afirmación del texto de la sesión anterior: «esto hace que la victoria sea segura (del curso del mundo sobre la virtud), tanto en él mismo como por medio de la contradicción en que su adversario se enreda»

A) La virtud es vencida porque su fin es sólo el universal -esencia- abstracto no real y su acción  (de la virtud) descansa sobre lo diferente, sobre las palabras (es decir, no actúa sobre la esencia misma -recordemos como en la sesión anterior decía que en realidad la lucha contra el curso del mundo era una pose, una finta, que no tomaba en serio ni se dejaba tomar en serio, digamos que esa lucha es «de boquilla  » . Los comentaristas sugieren que está figura estaría representada por El Quijote y también los predicadores de la época. Estas dos ideas ( señaladas arriba en negrita) las desarrolla Hegel en el párrafo II, esperaremos pues a su exposición.

 

    B)

                 1) La virtud pretendía llevar el bien a la realidad sacrificando la individualidad.  Esto es un error (una ilusión) pues lo individual constituye la realidad, si eliminas la individualidad eliminas lo real, entonces el en sí -el bien, el universal- sólo sería una abstracción no real, muerta y vacía.

                2) Se contraponía el en sí al ser.  Esto es un nuevo error, una nueva confusión, pues el en sí tiene la forma del ser. Aquí encontramos aquella idea de que la esencia es propiamente su manifestación; la distinción esencia-manifestación como contrapuestos es errónea.

                3) El curso del mundo se veía (para la virtud) como la inversión de la esencia, pues la individualidad se contemplaba como principio de inversión;  se pretendía que la esencia era desfigurada, ocultada, por la individualidad en el curso del mundo . Ahora, al contrario, se afirma que la inversión  consiste precisamente en pasar de la nada de la abstracción al ser de lo real en la individualidad misma. La individualidad, por tanto, no oculta lo esencial;  sino que en ella se realiza, se hace real. Todo  este punto B, afirmaciones 1, 2 y 3 se desarrollan en los párrafos III, IV y V,  en el último establece ya claramente que el movimiento de lo individual es la realidad de lo universal.

Párrafo II. La virtud como retórica.

                En este párrafo es interesante indicar que Hegel relaciona esta forma de la conciencia con su época y la contrapone a la concepción de la virtud en la antigüedad. Por tanto estas formas de conciencia tienen su plasmación en lo real, no son meras abstracciones sin referente real. Recordemos lo que llamaba la categoría: la unidad de ser y pensar.

                El actuar de la conciencia de la virtud se queda para Hegel en una mera retórica inflada con un lenguaje sentimental pero vacío –discursos edificantes que no edifican nada-. Si se le pregunta por el significado de esta retórica es incapaz de decir nada o debe tirar de más retórica, dando por presupuesto un significado que desconoce. Acaba Hegel diciendo que tal retórica solo provoca ya hastío. En la antigüedad la virtud no era un ideal abstracto sin realidad, sino que tenía la forma de la realidad existente y compartida. [Estos textos críticos de la retórica merecen ser leídos por su claridad y contundencia]

                [De nuevo podemos preguntarnos por qué habría de disolverse esa unidad. Qué necesidad anima el proceso. Quizá la respuesta estriba en su inmediatez primera: lo era sin saberse, debe llegar a saberse,  lo que es debe hacerse consciente y para ello disolverse; el camino del saber como camino de desesperación]

Párrafo III. La transformación de la conciencia, disolución de la  virtud.

            En este párrafo asistimos a la trasformación que se está produciendo en la conciencia. En la experiencia de la conciencia, la conciencia se confronta consigo misma, hace la prueba de su saber, se niega y de esta manera se trasforma y dará lugar a nuevas formas de la conciencia.

                -Se abandona la concepción del bien como un en sí sin realidad.

                -Concede que el curso del mundo no es tan malo como se veía. Pues su realidad es la realidad del universal.

                -Desaparece aquella convicción de hacer surgir el bien por sacrificio de la individualidad. Pues en lo individual se presenta realizado lo que es en sí.

                -La inversión es ahora entendida como una realización, un presentarse o hacerse real lo universal. Lo que era una mera abstracción (fin) se hace real. Pasa de la nada de la abstracción al ser de la realidad.

                -Todo ello conduce a hacer patente que el movimiento de la individualidad es la realidad de lo universal.

Párrafo IV. El curso del mundo y la astucia de la razón

                También va a desparecer la concepción de un curso del mundo como algo contrapuesto al en sí.

                –El ser para sí del curso del mundo y el en sí de la virtud son sólo un modo de ver y nada más. Considero que decir que son un «modo de ver y nada más» significa que son una concepción meramente aparente y no esencial, que deben ser superadas.

                -La individualidad puede pensar que obra egoístamente, por sus fines particulares, pero su obrar es un obrar universal. Es este  un ejemplo de la conocida «astucia de la razón».

» cuando obra egoístamente no sabe lo que hace; y cuando asegura que todos los hombres actúan  de forma egoísta, simplemente afirma que los hombres no tienen conciencia de lo que es el obrar. Cuando la individualidad obra  para sí, esto es precisamente el hacer surgir a la realidad lo que primeramente no era más que el en sí».

«Así, pues, el fin del ser para sí que se supone contrapuesto al en sí ­­-sus vacuas mañas lo mismo que sus sutiles explicaciones, que saben poner de relieve por doquier el egoismo, han desaparecido asimismo, al igual que el fin del en sí y su retórica».

 

Párrafo V. Conclusión: lo universal es inmediatamente presente y real en el proceso de la individualidad.

Concluye sintetizando lo anterior y encamina hacia una nueva figura de la conciencia: La individualidad que es para sí real en y para sí misma, que es expuesta en el próximo capítulo de la Fenomenología

Dada la brevedad y densidad del párrafo lo citaré íntegramente en negrita intercalando breves glosas.

«Por tanto, el obrar y el afanarse de la individualidad es fin en sí mismo. [ la individualidad obra lo universal, pero eso no significa algo completamente ajeno, sino que en ese proceso de realizar lo universal se realiza a sí misma y podemos añadir que recíprocamente, lo universal se realiza a sí mismo en el individual] El empleo de las fuerzas, el juego de sus exteriorizaciones es lo que les infunde vida a ellas, que de otro modo serían el en sí muerto. [ Recordemos que las fuerzas (dotes, capacidades] eran el universal, potencia que se realiza por medio del individual  en la lucha, en el conflicto] El en sí  no es un universal no desarrollado, carente de esencia y abstracto  [No existe el universal en sí aparte del individual y que este hubiera de realizar como un material ajeno] sino que él mismo [el universal, el en sí] es de un modo inmediato la presencia y la realidad del proceso de la individualidad.  [El universal sólo es en lo individual, es en el movimiento de lo individual]

 

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