¿Qué hay de lo mío, señor diputado?

(Habla Sócrates con Adimanto tras afirmar Adimanto que los que se dedican demasiado a la filosofía se vuelven inútiles y completamente inaptos para la vida práctica):

«[…] Figúrate que en una nave o en varias ocurre algo así como lo que voy a decirte: hay un patrón más corpulento y fuerte que todos los demás de la nave, pero un poco sordo, otro tanto corto de vista y con conocimientos náuticos parejos de su vista y de su oído; los marineros están en reyerta unos con otros por llevar el timón, creyendo cada uno de ellos que debe regirlo, sin haber aprendido jamás el arte del timonel ni poder señalar quién fue su maestro ni el tiempo en que lo estudió, antes bien, aseguran que no es cosa de estudio y, lo que es más, se muestran dispuestos a hacer pedazos al que diga que lo es. Estos tales rodean al patrón instándole y empeñándose por todos los medio en que les entregue el timón; y sucede que si no le persuaden, sino que más bien hace caso de otros, les dan muerte a éstos o les echan por la borda, dejan impedido al honrado patrón con mandrágora, con vino o por cualquier otro medio y se ponen a mandar en la nave apoderándose de lo que en ella hay. Y así, bebiendo y banqueteando, navegan como es natural que lo hagan tales gentes, y sobre ello, llaman hombre de mar y buen piloto y entendido en la náutica a todo aquel que se da arte a ayudarles en tomar el mando por medio de la persuasión o fuerza hecha al patrón, y censuran como inútil al que no lo hace; y no entienden tampoco que el buen piloto tienen necesidad de preocuparse del tiempo, de las estaciones, del cielo, de los astros, de los vientos y de todo aquello que atañe al arte, si ha de ser en realidad jefe de la nave. Y en cuanto al modo de regirla, quieran los otros o no, no piensan que sea posible aprenderlo ni como ciencia ni como práctica, ni por lo tanto el arte del pilotaje. Al suceder semejantes cosas en la nave, ¿no piensas que el verdadero piloto será llamado un miracielos, un charlatán, un inútil por los que navegan en naves dispuestas de ese modo?»

PLATÓN: República, 488a-489a


«Pues bien, quien pertenece a este pequeño grupo y ha gustado la dulzura y felicidad de un bien semejante, y ve, en cambio, con suficiente claridad que la multitud está loca y que nadie o casi nadie hace nada juicioso en política y que no hay ningún aliado con el cual pueda uno acudir en defensa de la justicia sin exponerse por ello a morir antes de haber prestado ningún servicio a la ciudad ni a sus amigos, con muerte inútil para sí mismo y para los demás, como la de un hombre que, caído entre bestias feroces, se negara a participar en sus fechorías sin ser capaz tampoco de defenderse contra los furores de todas ellas… Y como se da cuenta de todo esto, permanece quieto y no se dedica más que a sus cosas, como quien, sorprendido por un temporal se arrima aun paredón para resguardarse de la lluvia y polvareda arrastradas por el viento; y contemplando la iniquidad que a todos contamina, se da por satisfecho si puede él pasar limpio de injusticia e impiedad por esta vida de aquí abajo y salir de ella tranquilo y alegre, lleno de bellas esperanzas.»

PLATÓN: República, 496c-496e

2 Responses to ¿Qué hay de lo mío, señor diputado?

  1. Juanjo says:

    En la primera cita, Platón expresa el rechazo que sufre el filósofo por parte de los políticos; en la segunda, el rechazo de la política por el filósofo. 'La república va dirigida, pues a quienes estén dispuestos a gobernar su ciudad interior, su alma, su carácter, de la forma más conveniente, a aquellos que quieran sacar lo mejor de sí mismos. 'La república' es, en el fondo, un tratado de pedagogía.

  2. Toro Sentado says:

    Qué pasada! Tremendas palabras.No deja de sorprenderme que siendo escritas hace aproximadamente 2500 años sigan siendo igual de vigentes hoy en día.Recuerdo otras palabras también muy certeras. Las escribió Platón criticando la democracia, pero se aplican muy bien al estado actual de la educación:"Allí el maestro teme a sus discípulos y les adula, los alumnos menosprecian a sus maestros […] y en general, los jóvenes se equiparan con los mayores y rivalizan con ellos en palabra y obra, y los ancianos, condescendiendo con los jóvene, se hinchan de buen humor y de jocosidad, para no parecerles agrios ni despóticos.Echan fuera el pudor, desterrándolo ignominiosamente y dándole nombre de simplicidad arrojan con escarnio la templanza, llamándola falta de hombría, y proscriben la moderación y la medida en los gastos como si fuesen rustiquez y vileza, todo ello con la ayuda de multitud de superfluos deseos" (Historia Universal de la Filosofía, Hans Joachim Störig, pg 198)Saludos

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