El poder y la censura. A propósito de una lectura de Coetzee
26 marzo, 2012 2 comentarios
Un viejo conocido me hace llegar este escrito que espero sea de su agrado:
1. Censura y locura.
En su libro Contra la censura, refiere Coetzee el caso de Osip Mandelstam, quien compuso un poema paródico y crítico a Stalin. No lo escribió sino que lo recitó varias veces a amigos suyos, un día la policía política asaltó su casa en búsqueda de tal poema, no pudieron encontrar nada, pues el poema sólo existía en la mente de Mandelstam y sus amigos, pero Mandelstam fue detenido. Stalin llamó a Boris Pasternak y le preguntó, quién era Mandelstam y si era un Maestro; Según Coetzee, Pasternak entendió la parte implícita de la pregunta, ¿podemos deshacernos de él?, y consecuentemente contestó: sí, es un maestro, -no podemos deshacernos de él- . Mandelstam fue condenado al exilio interior, allí presionaron a Mandelstam para que escribiese un poema en alabanza de Stalin; Mandelstam cedió.
Nunca sabremos sus sentimientos sobre aquella oda, no sólo porque no lo escribió, sino también porque –como dice convincentemente su esposa- cuando la escribió estaba loco, loco de miedo, tal vez, pero también loco de la locura de una persona que no sólo sufre el abrazo de un cuerpo que detesta sino que también debe tomar la iniciativa, día a día, línea tras línea, de acariciar a ese cuerpo.
Hacer que los grandes artistas de su época le rindieran pleitesía era el modo que Stalin tenía de destrozarlos, de hacerles imposible ir con la cabeza bien alta.
Contra la censura. J.M.Coetzee.
Casos como éste son innumerables en la historia; el número de censores era muy superior al número de escritores en estados como la antigua URSS, DDR, Sudáfrica y un largo, muy largo etc. Los súbditos de estos estados, educados en la desconfianza mutua, acaban por reproducir el mal del Estado: la paranoia, y de esta enfermedad no se libran los artistas, ni los escritores e intelectuales.
Nuestra salud mental depende de qué sepamos hacer frente a la pasión por silenciar.
En John_Stuart_Mill encontramos a uno de los grandes héroes en esta lucha. En George Orwell un manual de diagnóstico, un desenmascarador y un guía.
2. Contra la censura. Literatura y revolución.
Coetzee apunta las diferencias entre la censura ejercida en la Rusia zarista y la ejercida durante la época soviética.
A pesar de la arbitrariedad de ambas, refiere Coetzee una diferencia notable entre ellas; la censura zarista no se funda en ninguna teoría sobre lo censurable, es meramente pragmática, se trata de impedir “la avalancha de doctrina subversiva extranjera”. No hay ninguna forma estética sospechosa en sí misma, se censura en función del contenido.
En cambio en la Unión Soviética se censura en función de una teoría que se dice marxista, la literatura había de exhibir: entusiasmo partidista, conciencia ideológica, conciencia respecto al pueblo. Esta última exigencia rechazaba todo arte que no fuese inteligible para las masas. La literatura se consideraba que debía “servir a la causa de la construcción del socialismo y extraer sus héroes y heroínas de entre los trabajadores y trabajadoras” , “reeducación de los trabajadores en el espíritu del socialismo. Desde este modelo se denunció la “mezquina preocupación por la vida y los asuntos privados”.
Veamos la opinión que le mereció a Jruschov una exposición de nueva pintura que vio en Moscú en 1962
“como si un niño se hubiera hecho sus necesidades en el lienzo –dijo- y luego lo hubiera esparcido con las manos” “No gastaremos ni un kopec en esta mierda. El pueblo y el gobierno se han tomado muchas molestias por vosotros (los artistas) y vosotros lo pagáis con esta mierda.. vuestras pinturas sólo provocan estreñimiento a la gente”
Una aspiración –sueño- de las autoridades soviéticas era que la censura desapareciese conforme el ideal soviético fuese interiorizado, de aquí la importancia que daban a la crítica y la autocrítica, en el sentido de ” autoexamen- arrepentimiento-propósito de enmienda”
Veamos un testimonio, la confesión de Margarita Aligier ,1957, ante la Unión de Escritores.
“Ahora puedo, sin ninguna evasión, ni reserva, sin ningún falso temor a perder mi sentido de valía personal, decir franca y firmemente a mis camaradas que es completamente cierto que cometí los errores de los que habla el camarada Jruschov. Los cometí, persistí en ellos, pero ahora lo he entendido y admitido meditada y conscientemente……. he logrado comprender más profundamente las causas de mis errores… Ahora debo ser más exigente conmigo misma, liberarme del pensamiento abstracto, corregir mis opiniones más rigurosamente… en resumen hacer lo que el camarada Jruschov enseña y pide con insistencia en sus discursos”
3. Ofenderse.
[Seguimos con la lectura de Coetzee, Sobre la censura. Lo que sigue son unas ideas sacadas del primer capítulo del libro y que no me molesto en citar. Las opiniones, pues, son suyas, o al menos lo que yo creo haber entendido –o malentendido- Pero no hay problema, cualquiera puede abrir el libro y cerciorarse por sí mismo.]
El hecho de sentirse ofendido está ligado al sentimiento de debilidad, de vulnerabilidad, por supuesto esa vulnerabilidad puede no ser real, puede ser simplemente subjetiva o una simple premonición, pero sin ella no se produce el sentimiento de ofensa. Cuando alguien se siente ofendido al rebatírsele una opinión lo que se prueba es la debilidad de la opinión, por el contrario cuando se siente seguridad ante la propia opinión, las ofensas, los insultos, son acogidos incluso con una sonrisa. Es fácil desde esta posición explicar la propensión al sentimiento de ofensa y a la indignación del débil. Pero, ¿no puede ofenderse el poderoso? sí, cuando siente amenazado su poder -o presiente que puede ser privado de él- entonces muestra su debilidad; de hecho eso es lo que busca el provocador: colocar al poderoso al mismo nivel de vulnerabilidad, lo curioso aquí, es que el fuerte no puede reconocer el motivo de ofensa pues con ello menoscaba su propia posición, y se sitúa ya en posición de debilidad; debe, pues, mantener silencio sobre el motivo de la ofensa; esto podría explicar porque la peste de los poderosos es el delirio paranoico.
Con lo siguiente creo que también estaría de acuerdo Coetzee:
No deberíamos deducir de lo anterior que hay que tomar a risa la voluntad de ofender; Aquiles tenía su talón. Tampoco el deseo de venganza de los ofendidos; ese es quizá el nervio de la obra de Nietzsche.
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Buen post!
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