Del Ser como la bella durmiente.

Se recostó contra el tronco del abeto, el ascenso lo había dejado exhausto. Apenas hubo recuperado el aliento  tanteó en sus bolsillos la cajetilla de tabaco,  sacó un cigarrillo, lo encendió  y dio una profunda calada a la que siguió una gran bocanada de humo, a través del cual podía contemplar el paisaje que se extendía ante su mirada.  Con cada inspiración, entrecerraba los ojos  y  veía el paisaje de nuevo; pero ahora como recuerdo, con los ojos de la fantasía.  Espiración e inspiración, inhalación y exhalación, presente, pasado y, a veces, futuro, presencia , recuerdo o fantasía.  Podía, extendiendo la mirada hacia el frente y hacia abajo , contemplar los bosques y los roquedos, los matorrales y el vuelo del águila, los campos yermos y los cultivados, los caminos y las veredas, las casas y los rebaños, como presencias directas  o representadas en la imaginación. Algún día, pensó, cerraría los ojos  definitivamente; las cosas desaparecerían no solo de su visión,  sino también de la memoria y la fantasía. Sin embargo,  todas aquellas visiones permanecerían presentes durante siglos y milenios  a los paseantes venideros , tal como lo habían sido a otros anteriores; y no serían, como no lo habían sido antes,  muy diferentes a la suya. Imaginó después un mundo en el que no hubiera -ni los hubiese habido nunca- paseantes: no se habrían dado ni podrían darse ninguna de esas visiones.  ¿Podría, sin embargo, decirse que en ese mundo habría  montañas, bosques, roquedos….? No podría decirse. Pero permanecerían como posibilidades dormidas, en espera del posible paseante que las despertara.

Apagó el ordenador. Y en ese momento, en la oscuridad de la madrugada, pensó con extrañeza   cómo infinitos milenios de materia habían dado lugar a aquella canción

 

18 Responses to Del Ser como la bella durmiente.

  1. Juanjo says:

    Muy bonito, Ximo; pero en tu relato hay algo que da origen a una canción, con la cual no se deja dormir plácidamente a esas ambiguas posibilidades. Efectivamente, la materia, creadora también de aquel paisaje agreste, lenta e inexorablemente da lugar a paseantes. Si estos, por alguna razón o sinrazón, dejasen de existir, o no existiesen todavía, el paisaje como tal no tendría por qué desaparecer. No existiría su espectáculo: sus vistas, sus panoramas, sus recuerdos, sus evocaciones, sus sugerencias…, pues el dar y el recibir, como la causa y el efecto, se implican recíprocamente, y es una tautología que sin espectadores no hay espectáculo. -Y no lo hay en absoluto; si no, ¿qué significa un espectáculo durmiente?; es más, me parece que la metáfora del sueño no es en ningún modo aplicable al ser de las posibilidades, pues de serlo, ¿qué diferencia habría entre una posibilidad despierta y una posibilidad dormida?- Pero el paisaje, con toda su belleza o hermosura, al igual que la insomne y musical materia, seguiría estando allí, evolucionando, porque de lo contrario nada en absoluto hubiese sido siquiera posible alguna vez -valga la redundancia- a nuestro entender.

    • llximo says:

      La princesa está triste.. Qué tendrá la princesa?
      Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
      ………………………………………………….
      «Calla, calla, princesa» -dice el hada madrina-,
      «en caballo con alas hacia aquí se encamina,
      en el cinto la espada y en la mano el azor,
      el feliz caballero que te adora sin verte,
      y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
      a encenderte los labios con su beso de amor…»

      Rubén Darío

      No sé si se puede discutir racionalmente sobre la pertinencia o no de una metáfora. Si ésta en concreto no te gusta, pues, no me queda otra cosa que aceptarlo, intentaré mejorar. En todo caso, lo que yo diría que puede entenderse, sin temor a perder la razón, por posibilidades dormidas, es que son aquellas que esperan hacerse efectivas y no han llegado a la conciencia (no son vivencias) de ningún paseante. No hablaría de «posibilidades despiertas» sino más bien del «despertar las posibilidades», es decir, el hacer-se/las efectivas, lo cual no es posible sin el concurso del feliz caballero. Aunque, como toda realidad, siguen teniendo un fondo de posibilidades por descubrir ( por despertar) -trabajo le queda para no aburrirse al feliz caballero. Tendrá que encender algo más que los labios, si quiere satisfacer a la princesa.

      Más dudoso me parece cuando afirmas: » Pero el paisaje, con toda su belleza o hermosura, seguiría estando allí». No, lo que allí quede, de tener belleza y hermosura , creo que no se corresponde con lo que los humanos llamamos belleza o hermosura. En este caso los espectadores no se limitan a contemplar el espectáculo, sino que a la vez son actores y lo realizan, como tú mismo sugieres en la primera parte de tu comentario.

      Gracias por la lectura atenta y por tus comentarios.

      Ximo

      Te dejo un poema del que espero admires sus metáforas.

      ¿Dónde estará la rosa que en tu mano
      prodiga, sin saberlo, íntimos dones?
      No en el color, porque la flor es ciega,
      ni en la dulce fragancia inagotable,
      ni en el peso de un pétalo. Esas cosas
      son unos pocos y perdidos ecos.
      La rosa verdadera está muy lejos.
      Puede ser un pilar o una batalla
      o un firmamento de ángeles o un mundo
      infinito, secreto y necesario,
      o el júbilo de un dios que no veremos
      o un planeta de plata en otro cielo
      o un terrible arquetipo que no tiene
      la forma de la rosa.

      Jorge Luis Borges

      • Juanjo says:

        Un placer, Ximo.
        Creo que ya has advertido que ese dormir y despertar, aunque muy bonito, no es muy clarificador. Lo que sí está claro es que un paisaje con belleza, o que tiene belleza, es el que puede ofrecer un bello espectáculo, aunque para que lo ofrezca sea necesario que el paseante despierte respecto a la belleza del paisaje, es decir, que sea su espectador. La contemplación nunca es pasiva.
        El que está en deuda contigo soy yo, y no solo por esta entrada y estos poemas tan bellos.

  2. llximo says:

    Ninguna metáfora puede ser clarificadora, ni vale nada, si el intérprete no está predispuesto a ella. Ni la del mejor poeta.
    Respecto a la belleza ( y esto sí creo que es relevante) nuestra posiciones son muy diferentes. Pienso que no llegas a plantearte de manera estricta, radical, la ausencia, la inexistencia de espectador, sino que siempre lo estás presuponiendo, aunque quizá en una forma no humana, no finita. Y, por ello mismo, tampoco puedes valorar justamente lo que supone su existencia, humana y finita.
    Tiempo tendremos de discutirlo.

    • Juanjo says:

      Mi querido Ximo: primero me agradeces la atención con que te leo y ahora, que sigo diciendo lo mismo, me reprochas que no quiero entenderte, y además me acusas de superficial, o de no ser suficientemente profundo para comprenderte, dejando para otra ocasión la argumentación de tales sentencias. Esto me recuerda cómo solían despachar a Sócrates los sofistas. Y no es que yo te compare a ti con estos y a mí con aquel. Bien lo sabes. Pues bien, hasta entonces.

      • llximo says:

        ¡Qué temible polemista estás hecho! ¡ Nadie va a creer que tu desvinculación de Sócrates sea sincera!

        Pero de ninguna manera se me ocurriría acusarte de no querer entenderme, pues me has entendido perfectamente. Más bien pensaba en Aristóteles cuando afirma : «Todo lo que se dice metafóricamente es obscuro» Tópicos 139b34.

        Respecto a la profundidad y la falta de razones. No es cosa de profundidad, es cosa de perspectivas, de horizontes. En la modificación del propio horizonte considero que mis razones no pueden ser sino, necesariamente, muy pobres. No serán estrictamente razones concluyentes sino indicaciones, tanteos, quizá balbuceos que no dudo tendremos ocasión de discutir. La idea básica es que el paseante solo puede despertar a la belleza si esta ya estuviera allí, pero eso es precisamente lo que yo niego. No hay belleza sin paseante, hay «algo» (no diré dormido para que no me reprendas) que se convierte en belleza en su relación con el paseante. Pero ese «algo» no es belleza salvo que supongamos algún tipo de espectador humano o divino, finito o infinito, si fuese así sí podría despertar el paseante distraído.

  3. Juanjo says:

    Supongamos, Ximo, que, como cree el personaje de tu relato, ese algo es materia, y que la materia fuese reducible a ondas, como sostiene la física contemporánea, o que se reduce a cualquier otra cosa, a x. ¿Por qué la cosa x, organizada de forma determinada, no puede por sí sola ser bella, es decir, tener una presencia en cierto modo agradable para el posible espectador? ¿Por qué la cosa x ha de convertirse en otra cosa, en otro ente más que precisamente por ser bello se interpone entre x y el fáctico espectador? ¿Qué necesidad hay de volver a una teoría representacionista de la percepción? ¿No te acaba de convencer Heidegger con su fenomenología y su concepción de la aperturidad del Dasein?

  4. llximo says:

    Precisamente acepto esa concepción de la aperturidad del hombre, pero entiendo esa aperturidad de forma postkantiana, es decir, en forma mas cercana al idealismo o incluso si quieres a la teoría evolucionista biológica y socialmente al desarrollo histórico, mientras que me parece que tu posición es de un realismo prekantiano. Volviendo a tu ejemplo: una combinación digamos de ondas o «lo que sea» no es bella; lo bello es el mar, pero el mar no se reduce a ser una combinación de ondas o «lo que sea», el mar es abierto por el hombre, el «mar» de la sardina no es el mar. (El abrir podría ser un sinónimo del despertar que yo utilicé, no quise utilizar términos técnicos heideggerianos , que no dejan de ser también metáforas, sin duda mejores que las mías, tan manidas, pero no más accesibles para el lego).

    No sé si estamos acercando posturas o nos vamos alejando.

  5. Juanjo says:

    Si el mar no se reduce a una determinada forma de la cosa x, que es la cosa en sí, entonces percibir el mar es percibir algo diferente de la realidad, que es la cosa en sí, y lo diferente de la realidad es apariencia. La percepción percibiría entonces un mar paralelo al mar en sí y que se interpondría entre este y el espectador como un velo. Adoptando tus metáforas se diría que la apertura del mar implica la clausura de la realidad, el perceptor queda encerrado en sus percepciones.

    • llximo says:

      No, yo no veo que haya ninguna clausura, ni ningún velo, al contrario hay apertura, acción, creación:

      Lo que yo creo es que la cosa en sí (entendida como algo aparte del sujeto) no es la realidad plena, eso sería tan solo una abstracción, incompleta, unilateral. Lo que tú has llamado apariencia (el mar) , pienso que, en tanto que supone esa imbricación de la cosa en sí y el sujeto, es más real. Esto es el kantismo o el idealismo que comenté, lo real sería esa unidad subjeto-objeto, que tampoco es la realidad absoluta, pues siempre nos movemos en la parcialidad, la finitud, en perspectivas u horizontes siempre parciales, finitos. El paseante no es un ser meramente teórico que se limitara a reflejar lo real como algo diferente de él (como en el conocido chiste de Forges: aquí los íberos aquí me señora) . Sino que constituye lo real, es un ente que (como otra infinidad de ellos) actúa y esa actuación constituye, modifica, produce lo real.. y lo real es ese producto que nunca se constituye (ni despierta) plenamente, por su dispersión en infinitas perspectivas (acciones) , pasadas, presentes, futuras.

      Imagino que alguien podría preguntarme qué es entonces la apariencia, eso tiene fácil respuesta… pero por hoy ya está bien.

      • Juanjo says:

        De acuerdo, Ximo, lo real es lo constituido por el sujeto-objeto. La belleza del espectáculo que brinda el paisaje y capta el espectador está constituida por la unión de dos factores, el subjetivo (espectador), y el objetivo (paisaje). Lo cual implica que el factor objetivo ha de poseer alguna característica necesaria (no suficiente) para que sea posible constituir la realidad. Tales condiciones objetivas necesarias de posibilidad de la realidad son las características objetivas de la realidad. Por eso la paisajística belleza del espectáculo que constituye y goza el espectador, como realidad, necesita unas características objetivas que pertenecen al paisaje en sí. Y no hay nada de falaz en hacer referencia a esas condiciones objetivas de belleza con la expresión «la belleza que tiene el paisaje»; pues es este factor objetivo el que llama y despierta la atención del posible espectador. La belleza en este sentido siempre es atrayente, y lo bello siempre es atractivo. Lógico, ¿no?

  6. llximo says:

    Sí, estamos de acuerdo.

  7. Juanjo says:

    Luego: si de la realidad abstraemos el «factor» subjetivo (imaginamos que jamás hubieran paseantes), lo que queda es el «factor» objjetivo. Lo que queda no es una posibilidad, sino una «facticidad», facticidad en la que imaginamos que no puede hallarse paseante alguno.

  8. llximo says:

    Esa «facticidad» está preñada de posibilidades para un posible paseante.

  9. llximo says:

    Aunque yo evitaría dar el nombre de facticidad a ese resto que queda una vez eliminado el factor subjetivo, pues en sentido kantiano el hecho, en cuanto hecho de experiencia objetiva, solo es posible en tanto que constituido por el sujeto.

    • Juanjo says:

      Que el hecho, en cuanto hecho de experiencia objetiva, solo sea posible en tanto que constituido por el sujeto, no exime al sujeto de atenerse a la facticidad de lo dado en la experiencia. El conocimiento de los hechos es una objetivización del sujeto -no una subjetivización del objeto- hecha por el propio sujeto.

      • llximo says:

        Pues yo me temo que una cierta «subjetivación» de la experiencia es inevitable, y que el mundo además de compartido, también es mi mundo. Pero creo que la discusión no da más de sí.

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