Lectura de la Fenomenología del espíritu de Hegel

Esta es una página dedicada a la lectura de la Fenomenología del Espíritu de Hegel. La leeremos en común, iremos avanzando, párrafo a párrafo y capítulo a capítulo, tratando de entender algo. Tal vez lo consigamos.

Aquí compartiremos los resultados de nuestra lectura, comentaremos la bibliografía, maldeciremos, quién sabe, la batalla de Jena…

Ignoramos cómo acabará esto. Sólo prometemos una cosa: 

NO SERÁ EDIFICANTE

Leer

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Durante todos los años de mi triste juventud, Huysmans fue para mí un compañero, un amigo fiel.

Michel Houellebecq

 

Con ocasión del último post publicado en este blog, Buen escritor de cartas, conversaba con un buen amigo sobre hasta qué punto es adecuado identificar los escritos publicados en internet con el género epistolar, pues afirmaba mi interlocutor que lo que caracteriza a una carta es precisamente el estar dirigida a un destinatario concreto y conocido, y que por tanto el fenómeno internet le parecía más afín a la publicidad que al género epistolar. Creo, sin embargo, que no es algo inusual en la literatura encontrar casos de cartas dirigidas a desconocidos -a amigos, incluso a enemigos,  desconocidos.  Es patente que los escritos de memorias y confesiones, sean de Agustín, Rousseau, Nietzsche… guardan también una afinidad evidente con las cartas.  Tengo la impresión de que el modelo más sencillo y originario de escritura está expresado en la epístola y que quizá la forma más eficiente de acercarse a un texto, la que ofrece más potencia interpretativa, es tratarlo como una carta, y no es necesario imaginarse a uno mismo como el destinatario de ese mensaje, pues bien podría tratarse de un mensaje intervenido y uno mismo podría estar inmiscuyéndose, voluntaria o involuntariamente, de manera indiscreta, en asuntos de otros.

La conversación se encaminó a otro asunto: la fidelidad o veracidad de la escritura. Nos parecía a ambos, como sugiere Platón en el Fedro, que la escritura sólo es un pálido reflejo de la conversación real de dos amigos presentes y que la escritura no deja traslucir fielmente a la persona; así, una persona que en el trato directo puede resultar atractiva, resuelta, segura, puede sin embargo, tener una escritura simplona,  pobre, torpe, y por el contrario una persona aparentemente dubitativa, insegura, puede ser extremadamente precisa y rigurosa en la expresión escrita… En fin, rondaban estas cosas por mi mente, cuando hoy me encontré con lo siguiente:

sólo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus limitaciones, sus miserias, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna. Sólo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido. Por supuesto, tratándose de literatura, la belleza del estilo y la musicalidad de las frases tienen su importancia; no cabe desdeñar la profundidad de la reflexión del autor ni la originalidad de sus pensamientos; pero ante todo un autor es un ser humano, presente en sus libros, y en definitiva poco importa que escriba muy bien o muy mal, lo esencial es que escriba y que esté, efectivamente, presente en sus libros…

…Igualmente, un libro que nos gusta es ante todo un libro del que nos gusta el autor, al que deseamos conocer y con el que apetece pasar los días. Y durante los siete años que duró la redacción de mi tesis viví en compañía de Huysmans, en su presencia casi permanente.

Siempre he sido fácil de convencer:   Me encantaría tomarme unas cañas con Descartes.

 

Gota fría con premonición

 lluvia-en-picada

.
mientras que afuera llueve.
[……..] llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras Letras protestadas.
 .

Noche triste de octubre. 1959. Jaime Gil de Biedma

 

Los versos finales de uno mis poemas preferidos. Llevaba semanas en las que este poema rondaba en mi cabeza. De vez en cuando sacaba Las personas del verbo del estante para releerlo; varias veces hasta que acabé por dejarlo sobre la mesa. A mediodía de hoy empezó a llover con virulencia, la temperatura refrescó; tecleé en Google y de nuevo me encontré con el poema y decidí pasarlo a la pantalla. El poema completo sirve ahora como testimonio del carácter recurrente de las crisis, pero lo que en él me fascina es la presencia del agua, como lluvia, como goteras, como corriente, como océano. El agua que fluye, que aísla, que filtra, que arrastra, que acoge todas las cosas humanas “hasta enterrarnos en el mar” . La nulidad e impotencia del gobierno, el cansancio y la angustia del hombre común, la penalidad, el desaliento… todo es arrastrado hacia el mar.

que es el morir.

Cualquier día comenzaré –sin advertirlo- a escribir como esos adictos –me cuentan- que pasan el día frente a la pantalla y anotan: “vengo del supermercado y me han devuelto mal el cambio” y son contestados con otros tantos mensajes similares de experiencias con el cambio equivocado. Y anotaré “la sopa estaba sosa”, “se ha fundido una bombilla” “el cartero no ha venido”, “he perdido las llaves”, “la camisa rayada está tendida”, “ ha refrescado esta noche”, “llueve”.

Afuera llueve.

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.

Mundialización. Vida, mundo, circunstancia. 3ª Meditación para reinventores.

…el mundo, de repente, ha crecido, y con él y en él la vida. Por lo pronto, ésta se ha mundializado efectivamente; quiero decir que el contenido de la vida en el hombre de tipo medio es hoy todo el planeta; que cada individuo vive habitualmente todo el mundo. Hace poco más de un año, los sevillanos seguían hora por hora, en sus periódicos populares, lo que les estaba pasando a unos hombres junto al Polo, es decir, que sobre el fondo ardiente de la campiña bética pasaban témpanos a la deriva. Cada trozo de tierra no está ya recluido en su lugar geométrico, sino que para muchos efectos visuales actúa en los demás sitios del planeta. Según el principio físico de que las cosas están allí donde actúan, reconoceremos hoy a cualquier punto del globo la más efectiva ubicuidad. Esta proximidad de lo lejano, esta presencia de lo ausente, ha aumentado en proporción fabulosa el horizonte de cada vida.

José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. 1929

Cuando se habla de nuestra vida, suele olvidarse esto, que me parece esencialísimo: nuestra vida es, en todo instante y antes que nada, conciencia de lo que nos es posible. Si en cada momento no tuviéramos delante más que una sola posibilidad, carecería de sentido llamarla así. Sería más bien pura necesidad. Pero ahí está: este extrañísimo hecho de nuestra vida posee la condición radical de que siempre encuentra ante sí varias salidas, que por ser varias adquieren el carácter de posibilidades entre las que hemos de decidir. Tanto vale decir que vivimos como decir que nos encontramos en un ambiente de posibilidades determinadas. A este ámbito suele llamarse «las circunstancias». Toda vida es hallarse dentro de la «circunstancia» o mundo.

Porque este es el sentido originario de la idea «mundo». Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades vitales. No es, pues, algo aparte y ajeno a nuestra vida, sino que es su auténtica periferia. Representa lo que podemos ser; por lo tanto, nuestra potencialidad vital. Ésta tiene que concretarse para realizarse, o, dicho de otra manera, llegamos a ser sólo una parte mínima de lo que podemos ser. De aquí que nos parezca el mundo una cosa tan enorme, y nosotros, dentro de él, una cosa tan menuda. El mundo o nuestra vida posible es siempre más que nuestro destino o vida efectiva.

José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. 1929

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