Observaciones a la lectura de la primera parte de Así habló Zaratustra.
21 julio, 2025 Deja un comentario

y medito a las horas tranquilas de la noche,
cuando el tiempo convida a los estudios nobles,
el severo discurso de las ideologías
-o la advertencia de las constelaciones
en la bóveda azul…
Jaime Gil de Biedma
Finalizada la lectura de la primera parte de Así habló Zaratustra debemos hacer balance, esta vez prescrito, en su primera despedida, por el propio Zaratustra a aquellos que se llamaban sus discípulos: ¡alejaos de Zaratustra, o mejor avergonzaos de él, tal vez os ha engañado!
¿Avergonzarse? El peor de los sentimientos; tanto que deberíamos evitárselo, incluso, al peor de nuestros enemigos, nos advierte Zaratustra. Sin embargo, con esta máxima crueldad, máxima negación, debemos ahora examinar las enseñanzas de Zaratustra, sólo así discípulos y maestros pueden hacerse dignos unos de otros. Porque no ha habido lejanía ni crueldad previa, no valen nada las creencias ni los creyentes. (Pensamiento crítico diríamos con palabras actuales, si no fuese porque el gastado sintagma opera de manera contraria a la que enuncia; aquí y ahora, pensamiento crítico significa: seguir, tras el desayuno, las consignas del bando al que estamos adscritos).
¿ Sobre qué versa la enseñanza fundamental de esta primera parte con que se inicia Así habló Zaratustra? No del superhombre, sino del hombre y del amor al hombre. El hombre es una cuerda tendida (geknüft=anudado) entre el animal y el superhombre, es decir, el hombre está atado tanto al uno como al otro, no puede escapar a su naturaleza animal porque le constituye, pero también reside en él el superhombre (der Übermensch); la necesidad de su autosuperación, de ir más allá de sí mismo, de inventar, de crear y crearse, de estar necesariamente vuelto hacia el futuro como posibilidad. La imposibilidad de llegar a ser actual y completo; siempre inactual y venidero. Si esta tensión paradójica constituye el hombre, amar al hombre sería amar, alimentar o procurar esta tensión e igualmente aquello que debería despreciarse es todo aquello que la debilita, descuida o mata, esta posibilidad está representada en la figura del último hombre.
Nada de lo anterior me alteró el color, no sé a ustedes. Pero un cierto calor sorpresivo me invadió al leer, en el último capítulo de esta primera parte, lo siguiente:
¡Vosotros los solitarios de hoy, vosotros los apartados, un día debéis ser un pueblo: de vosotros, que os habéis elegido a vosotros mismos, debe de surgir un día un pueblo elegido -y de él, el superhombre.!
!En verdad, en un lugar de curación debe transformarse todavía la tierra ¡ Y ya la envuelve un nuevo aroma, que trae salud -y una nueva esperanza!
¿Pero Zaratustra es otro visionario, otro profeta, otro utopista, otro alucinado que viene a prometernos felicidad en otro tiempo? ¿No estaban muertos ya todos los pueblos? ¿Otro tiempo y un cumplimiento final en él del superhombre?
No. Prefiero volver a la primera interpretación y ver en este último texto la advertencia de la imposibilidad de entender el yo sin el otro. El sentido del hombre, su autosuperación, comprende y necesita de los otros a los que darse.
Nos vemos en septiembre.


