Filosofía y Espíritu Emprendedor
29 diciembre, 2012 6 comentarios
En el post anterior mostraba la crítica que Gustavo Bueno hace de los argumentos asumidos por la REF para defender la Filosofía en Secundaria. Creo que la intuición más acertada de Bueno es que en el planteamiento de la REF falta lo que llama la ‘trituración del presente’ que, a la sazón, sería lo esencial de la filosofía.
No basta, sin embargo, ‘triturar’ el planteamiento de la REF; es necesario también esforzarse en mostrar que la filosofía verdaderamente es necesaria en la educación, y por títulos propios, no meramente porque sirva para desarrollar esta o aquella ‘competencia básica’, que siendo verdad, es lo menos que la filosofía puede hacer y, desde luego, no es suficiente.
En este asunto creo que es inevitable argumentar ad hominem. Esto no significa que nuestros argumentos sean falaces ni falsos ni, mucho menos, deshonestos. De hecho ocurre todo lo contrario, nuestros argumentos sólo pueden ser ‘verdaderos’ si tienen en cuenta a quién se dirigen.
Hay que preguntarse qué pretende el PP con la LOMCE, cuál es el objetivo de su propuesta educativa. En el caso del PSOE creo que era clara una finalidad ‘cívica’. La educación del partido socialista pretendía formar ‘ciudadanos’ y con vistas a ese fin sacrificó mucho. La Filosofía misma fue implicada directamente en esa formación de la ‘ciudadanía’ falseando la naturaleza misma de la disciplina. La cuestión es ¿qué ha ocupado el lugar de la ‘ciudadanía’ en la propuesta del PP? Leyendo los borradores de la LOMCE llego a la conclusión de que lo que ahora contará como objetivo de la educación será la formación de lo que en esos textos se denomina ‘Espíritu Emprendedor’.
En torno a este ‘Espíritu Emprendedor’ escucharemos muchas tonterías y convendrá estar atento. De hecho el concepto es tan vago como el de ciudadanía y veremos muchas reconversiones, readaptaciones y ‘reinvenciones’. Por lo pronto empezaremos a observar cómo los psicopedagogos, siempre tan sensibles, se irán convirtiendo en ‘coachers’. Sin embargo, he de reconocer que, en principio, me gusta más el ‘Espíritu Emprendedor’, signifique lo que signifique, que la ‘ciudadanía.
Se pensará que si el objetivo es desarrollar el ‘Espíritu Emprendedor’ entonces la filosofía está perdida, y que en su lugar habrá que enseñar contabilidad, matemáticas financieras, economía, derecho mercantil, FOL (otro engendro) y cosas así. Creo, honestamente, que quien piense que el ‘Espíritu Emprendedor’ se desarrolla aprendiendo a calcular el T.A.E. es que no tiene -lo que se suele decir- ni puta idea.
Por lo pronto el ‘Espíritu Emprendedor’ hace referencia a una realidad ‘espiritual’ que, siendo un concepto oscuro, trasciende lo meramente psicológico, sociológico, jurídico y, en definitiva, positivo, lo que no siempre estaba claro con la ‘ciudadanía’.
El ‘emprendedor’, por otra parte, no es un chupatintas ni un tiburón de Wall Street. Lo que define al emprendedor es su capacidad para innovar. Dicho de otra manera: su creatividad. De momento el espíritu emprendedor parece algo más cercano a lo que se desarrolla desde las humanidades que desde la ‘economía de la empresa’. Al emprendedor le serán útiles los conocimientos financieros, jurídicos, etc., como a Leonardo da Vinci le era útil la Geometría, pero no son suficientes para innovar; a lo sumo para producir alguna novedad, pero no innovación. La innovación supone tener una idea clara de la circunstancia, precisamente para cambiarla, es decir, para ‘triturar el presente’, en palabras de Gustavo Bueno.
Creo que aquí la vieja -pero vigente- distinción platónica entre matemáticas y dialéctica puede sernos de utilidad. Las matemáticas englobarían todos aquellos conocimientos que, dando por sentados sus principios, deducen conclusiones a partir de ellos. Ese sería el tipo de enseñanza que se daría en asignaturas como ‘FOL’, ‘Economía de la Empresa’, las matemáticas propiamente dichas, derecho, tecnología industrial y el resto. Se trata de disciplinas en las que los alumnos asumen ciertos principios y aprenden a aplicarlos. No hay verdadera innovación en las ‘matemáticas’ así entendidas en la medida en que la conclusión no añade nada a las premisas. Sin embargo Platón habla de otra forma de pensar distinta a la matemática y que considera superior: la dialéctica. El dialéctico lo que hace es, precisamente, destruir los principios que daban por supuestos las otras ciencias y buscar nuevos principios. Por decirlo con una fórmula breve: la dialéctica consiste en innovar y para Platón en eso consiste lo que puede llamarse verdaderamente ‘filosofía’.
Precisamente la historia de la filosofía no es otra cosa que la exposición de esa dialéctica y los filósofos han sido los grandes emprendedores de la historia, los emprendedores radicales. Es ahí, y no en las ciencias ‘positivas’ donde podemos encontrar la energía que supone el ‘espíritu emprendedor’. Lo que hay que saber de ‘economía’ puede aprenderse ‘en dos tardes’ y cito a una autoridad, pero hete aquí que la única de las asignaturas en las que era posible iniciar lo que podría -con alguna reserva- llamarse ‘formación del espíritu emprendedor’, que es la Historia de la Filosofía, es despreciada por el PP en el 2º borrador de la LOMCE, perdiendo la oportunidad de que esa formación sea verdaderamente ‘espiritual’. ¿Por qué ocurre eso? No lo sé, pero espero que Wert y su equipo se den cuenta de que si es posible la formación del espíritu emprendedor entonces la Historia de la Filosofía es el mejor medio para conseguirlo.
No es así, Felipe. Lo que ocupa el lugar de formar un rebaño cívico es la instrucción, no el espíritu emprendedor, como tú dices.
Esa es mi idea y en cuento que la Lomce pone el acento en la rendición de cuentas (es decir, de qué saben los alumnos y no de qué actitudes cívicas, valores y otras pendejadas) tiene sentido reivindicar la filosofía y otras disciplinas: en cuanto que cooperan a la instrucción de los alumnos (comprobable mediante exámenes).
La de paridas que tendremos que escuchar y leer en reuniones y programaciones al hilo del espíritu emprendedor… -de dónde sacarán estas ideas.
Pero sí; muchos espíritus están emprendiendo ya camino a Alemania, Argentina… ¿No será eso?
Manuel, en el propio Borrador de la LOMCE se habla del fomento del espíritu emprendedor como un objetivo prioritario de la educación, no es una hipótesis mía. Además hay que fijarse en todas las actividades que ‘florecen’ en torno a la educación y el cambio que se viene operando en el lenguaje ‘educativo’ desde que está el PP. El concepto de ‘instrucción’ está tan ausente como antes, pero la novedad es que se está introduciendo ese ‘espíritu emprendedor’, que está empezando a funcionar como una idea comodín que se usará para justificarlo todo de nuevo, desde el ‘coaching’ hasta la cromoterapia y las ‘Flores de Bach’.
llximo, en efecto, una posibilidad nada desdeñable para el espíritu emprendedor es emprender la huida. De hecho el empeño del PP en fomentar ese ‘espíritu emprendedor’ es claramente la dificultad para que los trabajadores sean ‘empleados’. El mismo empeño en el ‘espíritu emprendedor’ es una huida hacia delante. No me parece mal, pero tiene límites que creo que no son evidentes y que no se suelen tener en cuenta.
También creo que ese ‘espíritu emprendedor’ es un concepto con el que vamos a tener que lidiar en los próximos años y como el concepto de ‘ciudadanía’, nos hará sonrojar en más de una ocasión. La diferencia -y la dificultad- es que el concepto de ‘ciudadano’ ya había sido objeto de una conceptualización filosófica, y lo que sufre es una degeneración, mientras que el concepto de ‘espíritu emprendedor’ nace siendo ya una vulgaridad. Sin embargo creo que esa vulgaridad se refiere a una realidad que no es vulgar y que tenemos que esforzarnos en entender.
Habrá muchas cosas que se nos van a ‘vender’ como ‘Espíritu Emprendedor’ porque ‘parecerán’ serlo pero no lo son. Habrá que hacer una ‘Fenomenología del Espíritu Emprendedor’ para analizar las formas que va adoptando y mostrar sus limitaciones. Se podría empezar analizando la primera de sus formas y tal vez la que tiene en la cabeza Wert y su equipo: el Espíritu Santo…
Voy a desarrollar brevemente una crítica a este planteamiento.
En primer lugar me resulta conocido, puesto que yo mismo he insinuado que la iniciativa emprendedora o “espíritu emprendedor” podrían ser una buena estrategia de aproximación al Ministerio. No obstante, pese a lo acertado del enfoque de la argumentación (“es inevitable argumentar ad hominem” junto con “Hay que preguntarse qué pretende el PP con la LOMCE”) la conclusión es falaz: “los filósofos han sido los grandes emprendedores de la historia, los emprendedores radicales”.
En primer lugar se toma la mención al espíritu emprendedor como el núcleo esencial de la ley. Considero que es solo una faceta de un tema más general relativo a la competitividad de los estudiantes (que fue el leit motiv del anterior borrador). Ésta se descompone en múltiples aspectos, como el desarrollo del talento, la consideración del mérito, el fomento del plurilingüismo y la competencia macroeconómica del país a partir de la “microeconomía individual” que incluye como aspecto accidental, pero no esencial, el espíritu emprendedor (alguien ocioso puede contar el número de apariciones de esos términos en el borrador, escrito, otra vez, con especial torpeza, por cierto).
Además, algunas consideraciones que se hacen respecto al espíritu emprendedor me resultan adscribibles al más puro espiritualismo (dicho sea con cierta jocosidad):
“el ‘Espíritu Emprendedor’ hace referencia a una realidad ‘espiritual’ que, siendo un concepto oscuro, trasciende lo meramente psicológico, sociológico, jurídico y, en definitiva, positivo, lo que no siempre estaba claro con la ‘ciudadanía’.”
Un concepto oscuro y trascendente difícilmente puede ser un buen asidero, pero es que con tu hábil pluma, conviertes esa oscuridad en una apología del espíritu filosófico, dialéctico para más señas, que además engarzas con la noción de Bueno relativa a la “trituración del presente”. Creo que aquí hay un claro ejemplo de armonismo como denuncia el propio Bueno en su Tesela. Parece que se ha trascendido la escala del discurso, del nivel pragmático, ad hominem, a una escala verdaderamente exenta (la de los “emprendedores radicales”). Puesto que se asumió como punto de partida situarse en el nivel pragmático, no sé si se pretende resultar atractivo al legislador o elevarse a otros cielos uranios de “La Filosofía”. Si es la segunda opción, poco se puede añadir, salvo que esa interpretación lo que hace es torcer la noción oscura y confusa de “espíritu emprendedor” hasta hacerla hermana del “cogito ergo sum” cartesiano. Es un ejemplo paradigmático de cómo en manos de un filósofo todo concepto se puede moldear para hacerlo coincidir con sus intereses. Es un interesante ejercicio erístico. Si se trata de la primera alternativa, entonces me recuerda en su sentido y propósito a los ejercicios de Carnéades ante los romanos. ¿De veras podríamos persuadir al legislador diciendo que: “quien piense que el ‘Espíritu Emprendedor’ se desarrolla aprendiendo a calcular el T.A.E. es que no tiene -lo que se suele decir- ni puta idea” o que “hete aquí que la única de las asignaturas en las que era posible iniciar lo que podría -con alguna reserva- llamarse ‘formación del espíritu emprendedor’, que es la Historia de la Filosofía, es despreciada por el PP en el 2º borrador de la LOMCE, perdiendo la oportunidad de que esa formación sea verdaderamente ‘espiritual’”?
A mi juicio todo el texto está atravesado de la falacia que consiste en olvidar precisamente lo que se tomó como punto de partida: tener en cuenta a quién se dirigen los argumentos. Poco se puede emprender si un individuo no sabe cuáles son los rudimentos para, por ejemplo, abrir una empresa, hacer un mínimo estudio de mercado y hacer su contabilidad. Pretender que el “emprendedor” lleve a cabo una trituración del presente, como sinónimo de “cambiar su circunstancia”, además de equiparar dos sintagmas profundamente distintos, parece dirigir al “emprendedor” a una especie de búsqueda interior, a filmar una road movie de su propio espíritu, más que a ocupar una posición en el mercado económico de nuestra democracia. No creo que el ministerio desee alejarse del más craso positivismo hacia un espiritualismo trascendente, pese a su evidente intención de promocionar la religión en las aulas.
En conclusión, pese a que la idea es interesante, hay que cuidar mucho el engarce entre posiciones filosóficas fuertes (como el espiritualismo que se observa en este texto o el propio materialismo de Bueno), con el agente político al que nos dirigimos. Pero no solo en el nivel de las argumentaciones, para que resulten persuasivas, sino también en el de los argumentos para que sean, en la medida de lo posible, verdaderos.
Un saludo.
Ángel, el texto del 2º borrador de la LOMCE en el que me baso para afirmar la importancia del ‘Espíritu Emprendedor’ para Wert es el siguiente:
«Los PRINCIPALES OBJETIVOS que persigue la reforma son reducir la tasa de abandono temprano de la educación, mejorar los resultados educativos de acuerdo con criterios internacionales, tanto en la tasa comparativa de alumnos excelentes, como la de titulados en Educación Secundaria Obligatoria, y mejorar la empleabilidad y ESTIMULAR EL ESPÍRITU EMPRENDEDOR de los estudiantes.»
De modo que el estímulo del ‘Espíritu Emprendedor’ es uno de los PRINCIPALES OBJETIVOS de la reforma, que no es moco de pavo. No me lo invento yo ni es un elemento más entre otros que mencionas, sino uno muy principal y que además goza ya prácticamente de un universal asentimiento (no ocurre lo mismo con el concepto de ‘empleabilidad’).
El ‘espiritualismo’ al que te refieres tampoco lo introduzco yo. Desde luego no me describiría como un ‘espiritualista’. Yo no soy el que ha elegido el concepto de ‘espíritu’, sino que quien haya redactado el borrador lo ha puesto ahí. Y tampoco creo que sea descabellado decir que si alguien pretende estimular el espíritu emprendedor, está aceptando la existencia de algo espiritual. Qué sea ese espíritu ya se verá, y habrá que aclararlo, digo yo.
Por otra parte, parece que has interpretado mi texto como si yo restara importancia a saber llevar una contabilidad, saber crear una empresa o cosas así. No es cierto, esas cosas son muy importantes, incluso necesarias si lo que quieres es llevar una contabilidad, crear una empresa o cosas así. Pero lo que queremos decir con ‘emprendedor’ no es un contable ni un empresario ni nada de eso, aunque puede ser todas esas cosas, pero también puede ser artista, un escritor, un programador de videojuegos o incluso -mira lo que digo- un profesor, por ejemplo (¿O no hay profesores ‘emprendedores’, entre los cuales, por cierto, yo te contaría a ti?). Creo, por ejemplo, que un Steve Jobs, por ejemplo, entraría en ese concepto de emprendedor y parece ser que no tenía ni idea de contabilidad, ni de estudios de mercado ni de nada de eso, sino que estaba más interesado por las cuestiones ‘humanísticas’ de la tecnología. Las ‘mathemata’ son útiles y deben ser enseñadas en la educación secundaria. La ‘Dialéctica’ PRESUPONE a esa ‘mathemata’, pero introduce algo nuevo: la crítica, la innovación y la insatisfacción con lo dado. Y sí, creo que esos rasgos son lo esencial del ‘espíritu emprendedor’, y no el hecho de saber o no calcular el T.A.E. (¿o sería LA T.A.E.?). Y lo creo con sinceridad -no sé si avergonzarme. No es una sutil estrategia erística ni un sofisma falaz. Qué le voy a hacer.