San Agustín, lectura de Navidad.

Hace un par de años salió al público, en kioskos, una colección de libritos divulgativos que trataban sobre los autores más representativos de la historia de la filosofía occidental, desde la antigua Grecia a la postmodernidad.

Estas navidades he aprovechado para leer uno de estos volúmenes: San Agustín. El doctor de la Gracia contra el Mal. De E.A. Dal Machio.  Efectivamente comparto con el autor la opinión de que es controvertido dar la consideración de filósofo al Obispo de Hipona, personalmente creo que la conocida sentencia «nisi credideritis, non intelligetis» – «si no creéis, no comprenderéis»- se halla en las antípodas de la auténtica filosofía, para la cual la verdad es un objeto de búsqueda, una meta, un sentido, un ideal, pero nunca una posesión, un punto de partida. Tampoco su concepción de la relación entre Mal, Salvación y Gracia me parece aceptable desde un perspectiva filosófica  -personalmente me produce cierto rechazo (repugnancia) intelectual y moral, aquí me pongo de parte de los Pelagianos frente a «Pablo de los maniqueos«.  Pero si es discutible dar el título de filósofo a San Agustín, no lo es, sin embargo, reconocer que autor y obra contribuyen de manera decisiva a la historia de las ideas en occidente, de forma harto evidente en tanto que Agustín contribuyó a moldear uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de occidente: el cristianismo y la institución de la Iglesia.

Desde la perspectiva filosófica, pueden señalarse varios temas agustinianos que suponen una ruptura con la filosofía griega: 1º El abismo entre entendimiento y voluntad que inicia una concepción ética radicalmente opuesta al intelectualismo griego. 2º El germen para la posibilidad de una filosofía de la historia, en tanto que se interpretan los hechos históricos concretos como momentos en el desarrollo y cumplimiento de un plan, de un sentido, aunque este sea, todavía, un designio, trascendente al mundo, el plan divino. Más adelante – aunque en formas muy diversas y antagónicas: ¡reino de Dios en la tierra!- se comprenderá este sentido como inmanente a la propia realidad humana. 3º  Y este es el punto que me gustaría destacar: una nueva concepción del tiempo.

«En el ámbito de la cultura occidental nos resulta espontáneo y natural representárnoslo [el tiempo] como una sucesión dotada de un comienzo y que avanza en una dirección: el tiempo es una flecha que señala una evolución. Pero es importante notar es una concepción que está lejos de ser universal y automática: constituye una herencia que, sin darnos cuenta, hemos adquirido desde San Agustín. Para toda la antigüedad, y más en general para la mayoría de sociedades premodernas, no existe ni comienzo, ni avance, ni dirección, y en la representación mental del tiempo la imagen de la rueda sustituye a la de la flecha. Los hombres nacen y mueren, los imperios se suceden, las estaciones y los días se reproducen uno tras otro en una serie cíclica que no apunta a ninguna parte (…) Es el cristianismo, en su aplicación a la historia, quien introduce un cambio radical en el paradigma temporal (…) nos encontramos ya ante una progresión  jalonada por eventos únicos e irrepetibles que marcan un antes y un después: el pecado original, la encarnación, la pasión de Cristo… La historia avanza hacia desde un comienzo (la Creación) hacia un punto de llegada (el Juicio Final). Y, en este sentido más que en ningún otro debemos reconocer que todos somos, querámoslo o no, herederos de San Agustín.» E. A. Dal Maschio.

Una herencia, que es siempre un regalo y una losa…

Las grandes esperanzas están todas
puestas sobre vosotros,
. . . . . . …………….. .. . así dicen
los señores solemnes, y también:
. . . . . . . . …………………… . . . . Tomad.
Aquí la escuela y la despensa, sois mayores,
libres de disponer
. ……….. . .. . . . sin imprudentes
romanticismos, por supuesto.
La verdad, que debierais estar agradecidos.
Pero ya veis, nos bastan las grandes esperanzas
y todas están puestas en vosotros.

Cada mañana vengo,
cada mañana vengo para ver
lo que ayer no existía
cómo en el Nombre del Padre se ha dispuesto,
y cómo cada fecha libre fue entregada,
dada en aval, suscrita por
los padres nuestros
. . . . . . ………… . . de cada día.

Cada mañana vengo para ver
que todo está servido (me saludan,
al entrar, levantando un momento los ojos)
Y cada mañana me pregunto,
cada mañana me pregunto cuántos somos
nosotros, y de quién venimos,
y qué precio pagamos por esa confianza.

O quizá
no venimos tampoco para eso.
La cuestión se reduce a estar vivo un instante,
aunque sea un instante no más,
. . . . . . . . . . ………………… . . .a estar vivo
justo en ese minuto
cuando nos escapamos
al mejor de los mundos imposibles.
En donde nada importa,
nada absolutamente –ni siquiera
las grandes esperanzas que están puestas
todas sobre nosotros, todas,
. . . . . . ……………….. . . . . .y así pesan.

Jaime Gil de Biedma. Las Grandes esperanzas.

4 Responses to San Agustín, lectura de Navidad.

  1. Juanjo says:

    Mi querido Ximo:

    Afirmando que para la auténtica filosofía la verdad no es nunca un punto de partida sino un sentido, algo a descubrir, uno se descubre a sí mismo en las antípodas de la filosofía expulsando dogmáticamente de ella además de a san Agustín a corrientes filosóficas enteras, corrientes tales como la filosofía del lenguaje, la hermeneútica o la fenomenología, para las cuales la verdad no es un sentido sino algo que se revela, que aparece, que se da menesteroso de sentido a un sujeto, algo a comprender, a interpretar, a entender, algo a describir, no a descubrir. Entendida con buena fe, dándole crédito, la proposición “Si no creéis, no comprenderéis” representa el inicio histórico de la reflexión sobre las condiciones subjetivas de Inteligibilidad. Vendría a decir que si a la revelación, al fenómeno, a la verdad no se le da crédito, no se pone buena fe en ella, tampoco se le puede prestar un buen sentido, o sea, que hay que querer bien, para entender bien; la mala fe está condenada al malentendido.

    Saludos y un abrazo.

    • llximo says:

      Estimado Juanjo

      Un placer, volver a leerte. Aunque sea para recibir el consabido tirón de orejas. Pero no, uno no es de expulsar a nadie, ni siquiera a San Agustín. Aunque no veo como la filosofía analítica, la fenomenología, la hermenéutica, comparten el nisi credideritis, non intelligetis agustiniano . La cosa -la verdad- puede estar dada, pero el análisis y la interpretación están por hacer…de la misma forma que la naturaleza o las ideas estaban dadas para Heráclito o Platón, pero eso no les eximía de tener que buscarlas o desvelarlas, en esa actividad consiste la filosofía.

      Sin duda una frase de cuatro palabras y fuera de contexto está abierta a cualquier interpretación, es la praxis del Obispo la que avala un determinada interpretación.

      Respecto a la buena fe es mejor dejarla fuera de las discusiones y de las condiciones, porque empezamos exigiendo buena fe, y fácilmente pasamos a acusar -o a lamentarnos- de mala fe, si la interpretación no nos favorece, y de perseguido a perseguidor. La buena fe del argumentador como la valentía del soldado hay que darlas por supuestas… y ni nombrarlas.

      Saludos

      • Juanjo says:

        Podría decirse que la filosofía analítica, la fenomenología y la hermenéutica comparten el principio agustiniano de que es preciso creer para comprender en el sentido de que no sospechan de la verdad de la revelación, de lo dado a la conciencia de modo inmediato, del lenguaje ordinario. No piensan que el fenómeno sea una máscara de la verdad, una apariencia que oculta una realidad muy distinta: una naturaleza que gusta de esconderse o que se desdibuja en sombras.

        Claro que este sentido es diferente del sentido original de la sentencia; pero en ambos se le niega a la reflexión, a la razón la capacidad de alcanzar la verdad objetiva y se le asigna el papel de examinar y entender la que se le ofrece, en ambos se le reconoce a la razón un marco de subjetividad que la posibilita al tiempo que la limita. Para San Agustín, este marco es el cristianismo.

        Ya sabes, Ximo, “quien bien te quiere te hará llorar”.

      • llximo says:

        Unas analogías muy forzadas, lanza en ristre para salvar al «santo» al que quieres descargar de dogmatismo, lo que no tiene en sí nada censurable -salvo que quieres endosármelo a mí. Pero la discusión no da para más, salvo que podamos concretar con un conocimiento más extenso y más preciso de toda la praxis del obispo. De momento no veo más resultados que poner de manifiesto ciertas inclinaciones, simpatías y antipatías. Por apuntar algo, donde tú ves un marco de comprensión, yo veo una voluntad de poder -en el peor sentido del término: un fanático.

        El poema de Gil de Biedma justifica el escrito.

        A ver si en verano tengo tiempo para echarle una miradita a toda esa filosofía que va del siglo IV al siglo XVII.

        Saludos.

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