El mundo en escena
30 diciembre, 2010 3 comentarios
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Antonio Machado
Puesto que el grupo era muy reducido en número, a priori no conflictivo, de apariencia apacible y que presumía con moderado interés por la materia -optativa y sin presencia en la PAU-, tomé la decisión de introducir durante este curso alguna novedad en la asignatura de Sociología de 2º Bachiller; como en años anteriores pretendía apoyar los conceptos teóricos en un conocimiento concreto de la realidad social, entonces habíamos recurrido a prensa, internet, cine, música, etc… para ilustrar un recorrido por los tópicos de la sociología de la mano del ya clásico manual de Anthony Giddens. Todo esto lo hemos conservado en el curso vigente, pero hemos dado entrada -y con rango de vedette- a la literatura. Lectura y reflexión en común y en voz alta de una obra literaria por trimestre. No es país para viejos de Cormac McCarthy ha sido la obra que nos ha introducido en el análisis social, el tema teórico de fondo «Conformidad y desviación» (Capítulo 5. Sociología de Anthony Giddens) . Estaba convencido de la fuerza de este relato para servirnos de hilo conductor y de su pertinencia para una reflexión acerca de la sociedad, aunque tenía dudas por su dureza. Pero quien quiera asomarse al conocimiento social no puede andarse con demasiados melindres, como no tardó en confirmar la realidad; los temas apuntados en la novela aparecían cada semana en las noticias de actualidad: la pena de muerte, la violencia, la atroz criminalidad y la corrupción esencial al problema del narcotráfico, la asimetría en las relaciones entre los Estados Unidos y México (país rico, país pobre). La novela consiguió cautivarnos desde las primeras páginas. La había leído un par de años antes y, aunque también había visto la película que encumbró a Bardem, la relectura me ha resultado especialmente interesante; leer junto a alumnos te obliga a plantearte cada detalle; a ligar cabos, pero sobre todo a buscar interrogantes para evitar que la lectura caiga en la monotonía mecánica que convierte las palabras en rumor. Pero no ha ocurrido nada semejante. La lectura ha sido siempre atenta, minuciosa. No hemos (el plural es aquí rigurosamente real y no figurado) escatimado reflexión, ni imaginación, hemos formulado preguntas y hemos sugerido hipótesis, hemos atendido a los hechos (hasta hemos perseguido a los personajes con un mapa de Texas y la frontera mexicana ) Pero nuestras reflexiones no se han limitado a lo «sociológico», ni a lo geográfico, ni a lo empírico; en muchas ocasiones han consistido en una auténtica antropología filosófica, por ejemplo al intentar analizar los carácteres y motivaciones de los personajes principales, el malogrado Moss, el sheriff Bell, sus mujeres (Carla Jean y Loretta), especialmente recuerdo nuestra imposibilidad para encajar a Chigurh (el sicario «psicópata» pleno de celo por hacer «bien» su «trabajo») dentro de la concepción platónica del alma humana, pues no le mueve el afán de conocimiento, pero tampoco el dinero, la riqueza, ni el placer, ni la fama [Tampoco el mal en sí mismo. Ahora pienso que quizá éste es un «verdadero» exponente de hombre moderno y de puritanismo (no descarto un componente de broma cruel intencionada por parte del autor) ; exponente de una razón formal que solo alcanza a entender al hombre como medio, en una especie de perversión del deber kantiano, del que se hubiera extirpado la consideración del hombre como fin en sí mismo, cuya vida carece de cualquier valor en sí misma, de toda dignidad en suma, y cuyo único sentido es el trabajo, el servicio… ¡como para fiarse de los profesionales vocacionales! -Este aspecto de la personalidad de Chigurh me pareció que se pierde en la película, aunque mi recuerdo no es preciso ].
No han estado tampoco ausentes las reflexiones acerca de la escritura y de la experiencia lectora.
Sin duda ha sido una de las experiencias más gratificantes como docente que recuerdo. Aunque desgraciadamente es fruto de una serie circunstancias anómalas -y difícilmente repetibles- en la enseñanza normal. Lo cierto es que estoy ilusionado con las posibilidades del próximo trimestre en el cual el hilo conductor vendrá dado por la lectura de El antropólogo inocente de Nigel Barley. Estoy convencido de que la experiencia africana va ser muy instructiva… más si cabe que la anterior.
Pero antes tenemos una cita pendiente con la película Gran Torino.
Es posible suponer lo gratificante que puede resultar una clase de sociología en esas circunstancias e incluso parece apetecible disfrutar de una clase donde exista intervención por parte de los alumnos, cosa que se intenta en todas las asignaturas para facilitar el aprendizaje.
Al ser una asignatura la cual no se realiza en la PAU, se busca un fin aprovechable en el curso pero sin ser demasiado exigente, aunque solo se consigue con las características que se transmiten en este texto. Supongo que dichos factores son los ideales para cualquier profesor pero solo es posible cuando el grupo no es demasiado extenso y su interés y colaboración se transmiten en las clases, circunstancias hoy en día difíciles de conseguir por la falta de atención de los alumnos y en casos por no saber estimularlos de la mejor manera por parte del profesorado.
I sobre todo a sociología se le puede sacar mucho partido contando con participación, reflexiones y preguntas sobre la sociedad en diferentes casos.
Efectivamente, Verónica, la enseñanza y más aún el aprendizaje pueden ser actividades muy gratas y estimulantes, de hecho debería ser lo habitual. Pero… ¡ay!. Tendremos que reflexionar mucho sobre ese «¡ay!».
Pero la exigencia no hay que perderla . Aunque la exigencia siempre debe ser con uno mismo; los muy buenos se exigen a sí mismos y disculpan a los otros. Los malos exigen a los otros y se disculpan a sí mismos … entre los mejores y los peores hay muchas gradaciones, vale la pena preguntarse dónde estamos cada uno.
Gracias por tu comentario.
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