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8 febrero, 2017 15 comentarios
Durante todos los años de mi triste juventud, Huysmans fue para mí un compañero, un amigo fiel.
Michel Houellebecq
Con ocasión del último post publicado en este blog, Buen escritor de cartas, conversaba con un buen amigo sobre hasta qué punto es adecuado identificar los escritos publicados en internet con el género epistolar, pues afirmaba mi interlocutor que lo que caracteriza a una carta es precisamente el estar dirigida a un destinatario concreto y conocido, y que por tanto el fenómeno internet le parecía más afín a la publicidad que al género epistolar. Creo, sin embargo, que no es algo inusual en la literatura encontrar casos de cartas dirigidas a desconocidos -a amigos, incluso a enemigos, desconocidos. Es patente que los escritos de memorias y confesiones, sean de Agustín, Rousseau, Nietzsche… guardan también una afinidad evidente con las cartas. Tengo la impresión de que el modelo más sencillo y originario de escritura está expresado en la epístola y que quizá la forma más eficiente de acercarse a un texto, la que ofrece más potencia interpretativa, es tratarlo como una carta, y no es necesario imaginarse a uno mismo como el destinatario de ese mensaje, pues bien podría tratarse de un mensaje intervenido y uno mismo podría estar inmiscuyéndose, voluntaria o involuntariamente, de manera indiscreta, en asuntos de otros.
La conversación se encaminó a otro asunto: la fidelidad o veracidad de la escritura. Nos parecía a ambos, como sugiere Platón en el Fedro, que la escritura sólo es un pálido reflejo de la conversación real de dos amigos presentes y que la escritura no deja traslucir fielmente a la persona; así, una persona que en el trato directo puede resultar atractiva, resuelta, segura, puede sin embargo, tener una escritura simplona, pobre, torpe, y por el contrario una persona aparentemente dubitativa, insegura, puede ser extremadamente precisa y rigurosa en la expresión escrita… En fin, rondaban estas cosas por mi mente, cuando hoy me encontré con lo siguiente:
sólo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus limitaciones, sus miserias, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna. Sólo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido. Por supuesto, tratándose de literatura, la belleza del estilo y la musicalidad de las frases tienen su importancia; no cabe desdeñar la profundidad de la reflexión del autor ni la originalidad de sus pensamientos; pero ante todo un autor es un ser humano, presente en sus libros, y en definitiva poco importa que escriba muy bien o muy mal, lo esencial es que escriba y que esté, efectivamente, presente en sus libros…
…Igualmente, un libro que nos gusta es ante todo un libro del que nos gusta el autor, al que deseamos conocer y con el que apetece pasar los días. Y durante los siete años que duró la redacción de mi tesis viví en compañía de Huysmans, en su presencia casi permanente.
Siempre he sido fácil de convencer: Me encantaría tomarme unas cañas con Descartes.
Mi buen amigo Ximo:
Bien cierto es que –como sentencia la sabiduría popular–dos no riñen, si uno no quiere; mas no lo es menos que si uno no quiere, dos no se hacen amigos. También la amistad es una relación recíproca. Por eso a una persona de la que solo conoces su obra puedes admirarla muchísimo y hasta sentirte profundamente seducido por ella, pero nunca tenerla por compañera o amiga; porque ella a ti, en tu concreta individualidad, no te ha dado ninguna muestra de su amistad para contigo, de sentirse “seducido” de algún modo por ti. Su obra, dirigida al público, a lo sumo constituiría una muestra de filantropía. Y si quisiera mostrarte por escrito su amistad para contigo, habría de recurrir no al libro ni al post, sino precisamente a la carta, con su “sobre” que la cierra a la luz pública y la encierra en la penumbra privada – aunque luego le adjunte un libro. Solo con el libro no puede mostrarse bien como seducido, pues haría de ello un “espectáculo” y así se trasluciría que en el fondo no es más que un seductor, alguien incapaz por tanto de tener amigos. Cuando Michel Houellebecq afirma que durante todos los años de su triste juventud, Huysmans fue para él un compañero, un amigo fiel, lo que se pone verdaderamente de manifiesto es que su juventud fue muy triste. ¿Cómo puede decirse que el autor está efectivamente presente en sus escritos? ¿Acaso leerlos no aumenta sino satisface nuestro deseo de encontrarnos con él? Si algo del autor está efectivamente presente en su obra es su ausencia – por autobiográfica que aquella sea. ¿Recoge el nombre de la rosa la esencia de tal flor, o tan solo la recuerda a quienes ya la conocen? ¿Contienen los Diálogos de Platón la pasión filosófica, o simplemente la suscitan en quienes ya la poseen? El lenguaje no tiene vida, la vida tiene lenguaje.
Saludos.
Coincido con Houellebecq en que la calidad de una obra hay que medirla por el grado de desnudamiento de su autor. Éste es, diría yo, un imperativo que ha de regir el ejercicio creativo. Sólo de esta forma, además, el lector puede conocer verdaderamente el pensamiento de quien escribe, indisociable de la pasión que lo animó, de todo cuanto contribuye al ejercicio creador.Muy sugerentes vuestras reflexiones. Saludos
Davidporcel, la calidad de una obra literaria se determina en relación a la belleza, como ocurre con toda obra de arte, no en relación a la verdad.
Saludos.
Juanjo y David
En la cita de Houellebecq omití la primera parte, pero que creo que es interesante para comprender la posición del autor, que pretende señalar la especificidad de la literatura frente a otras artes: “la especificidad de la literatura, “arte mayor” de ese Occidente que está llegando a su fin, no es difícil de definir. Al igual que la literatura, la música puede determinar un cambio radical, una conmoción emocional, una tristeza o un éxtasis absoluto; al igual que la literatura, la pintura puede generar asombro, una nueva mirada ante el mundo. Pero sólo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana…”
Por eso creo que la relación autor-lector puede tomar todas las posibles relaciones entre dos mentes, admiración, seducción, odio, enemistad, autoridad, sumisión…. Y también amistad, Juanjo objeta que falta reciprocidad, no lo creo, creo que en las páginas del autor amigo, puede uno encontrar el respaldo, la complicidad… por supuesto uno puede decir que es simplemente imaginaria, de acuerdo, ¿acaso no lo es también en la presencia directa? Uno considera amigo a aquella persona en que confía, pero esa confianza es siempre una apuesta, que puede ser ilusoria y falsa. Me parece que la resistencia de Juanjo es debida a que él mismo es una persona poco literaria, creo que su modelo es más musical, pero a los literarios -entre los que me incluyo- no nos resultan extrañas esas relaciones diversas con los autores: la antipatía personal que siento por Heidegger me hace muy difícil profundizar en su obra, cuando he leído a Nietzsche, he sentido complicidad, me he reído con muchas de sus ocurrencias, cuando pienso en la Critica de la Razón Pura de Kant se me aparece como una obra de marquetería intelectual—encajando piececitas.. pero me divierto y hasta -me enternezco con el Kant de Thomas De Quincey.. me resultaba muy fácil identificarme en mi juventud con el propio De Quincey… y antes con otros. Los literarios , autores y lectores, somos quizá más fantasiosos, efectivamente llenamos la vida de literatura… la juventud de Francois fue muy triste, pero no por su amistad con Huysmans… mi niñez o mi adolescencia, con Guillermo Brown, con Salgari o con Verne fue fantástica. En absoluto triste, y muy vital.
Saludos a ambos.
Ximo, mi resistencia no es de orden psicológico sino lógico.
Si dices que Luis es tu amigo, se entiende que también tú eres amigo suyo; pero si dices que Luis es tu apoyo, no das a entender que también tú eres el apoyo de Luis. La relación de amistad es por definición recíproca – no así la de apoyo. Por otra parte, si tú y Luis sois cómplices en algún asunto, esto significa que tú y Luis participáis de igual o semejante modo en ese asunto. Por lo tanto, la relación de complicidad, como la de afinidad y la de simpatía, tampoco es recíproca, sino una relación de igualdad o semejanza.
Desde el punto de vista de la lógica y el entendimiento y no desde mi peculiar sensibilidad artística, afirmar que la literatura proporciona sensación de contacto con otra mente, lejos de resolver el problema de la especificidad de tal arte, genera otros muchos. ¿Qué significan en este contexto sensación, contacto y mente? En el sentido corriente de estas palabras, yo nunca he tenido sensación de contacto con mente alguna, ni siquiera con la mía, y no soy el único: Hume y Wittgenstein tampoco la han tenido. Lo más normal y lo que me parece más correcto es situar la literatura no en el ámbito de la sensación sino en el de la imaginación, como tú mismo haces al final de la respuesta que nos ofreces. En efecto, en la experiencia estética de la música y de las artes plásticas se goza de los sonidos, formas y colores producidos por ellas, se goza de sensaciones reales; pero en la de la literatura no se goza de sensaciones sino en la medida en que son imaginaciones y no el fruto del contacto con objetos reales.
Saludos.
Lo cierto es que las imaginaciones también proporcionan sensaciones 😉
De acuerdo, Ximo, las imaginaciones pueden producir sensaciones; y más aún emociones y sentimientos. Pero la amistad necesita las sensaciones que producen los sentidos, las que producen al encontrarse los amigos: al sonreírse, al darse la mano o un abrazo o unas palmaditas en el hombro, al dirigirse la palabra… necesita esas sencillas y directas sensaciones que transmiten afecto a los individuos concretos que las experimentan, pues no es por casualidad que “amigo” derive de “amar” y que el Diccionario de la Real Academia Española defina la amistad como “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.” Tratar con libros, por mucho que se puedan querer u odiar, no es tratar con personas; conocer y admirar o despreciar la mentalidad que en ellos pueda expresarse no es relacionarse con sus autores; y menos – amistosamente. El diccionario recoge seis acepciones más de “amistad”, pero ninguna legitima decir que a través de sus escritos se tiene amistad con un muerto con quien no se tuvo relación en vida.
Saludos.
Estimado Juanjo,
Es remotísima la tradición de censores que ha procurado normalizar esa selva de los afectos humanos, intentando distinguir lo legítimo de lo ilegítimo, lo sano de lo enfermo, lo pecaminoso de lo virtuoso, lo socialmente aceptable de lo marginal y prohibido… ¡hasta el diccionario y sus autoridades tienen turno! No voy a negar yo la pertinencia de tales normativas, cuya multiplicidad como todo lo humano fluye en el tiempo. Pero puesto a juzgar, este amor por los muertos que se queda en lo libresco lo tengo por muy inocente… pues otros, ni en estos casos, se conforman con lo platónico.
En fin, soy más de la opinión de dejar a cada cual elegir sus amistades, y gozar de su tiempo según sus apetencias… “viviendo como los que no tienen otra ocupación que la de disfrutar de una vida agradable e inocente, esforzándose en separar los placeres de los vicios y haciendo uso a la vez de cuantas diversiones honestas están a su alcance para gozar de su ocio sin hastío…” Pero ya sabes, sobre gustos…
Disculpa, Ximo, pero creo que no me has entendido bien. Lo que el diccionario normaliza es el uso del idioma – no el asunto dicho en el idioma. Aquí nadie juzga ilegítimo establecer una relación sentimental con un muerto, sino llamarla amistad.
Saludos.
Parecida respuesta le oí a la reina Sofía en una entrevista refiriéndose a los gays, «que se junten si quieren, pero que no le llamen matrimonio».
Yo a ti solo pretendía decirte la perogrullada de que, según el significado vulgar de la palabra amistad, al lector amante no le bastan los libros para poder mantener con el escritor una relación como amigo; pero tú a mí me has enseñado algo mucho más valioso, a saber, que, entendiendo la amistad como algo refinado e intelectual, no solo la literatura, también la música y la pintura permiten a sus buenos aficionados amistarse con sus admirados autores, y que, por tanto, Michel Houellebecq pertenece a la clase clasista de los censores que procuran normalizar esa selva de los afectos humanos, pues afirma que “sólo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus limitaciones, sus miserias, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna.” – ¡Con la integralidad de la mente! Este sabio y grandísimo intelectual considera que todo lo mental se expresa verbalmente y que no hay secreto que se resista a la literatura, la cual suple a la música y la pintura a la perfección: “Al igual que la literatura, la música puede determinar un cambio radical, una conmoción emocional, una tristeza o un éxtasis absoluto; al igual que la literatura, la pintura puede generar asombro, una nueva mirada ante el mundo.” – ¡Qué sensibilidad tan fina! Tanto que le parece empresa fácil determinar la especificidad de la literatura. Sin embargo, mira por dónde, la amistad sensible y vulgar así como la intelectual y cultivada en toda clase de obras de arte se lo impiden. ¡Paradojas de la vida!
Gracias, Ximo.
no lo pillo
Que no tengo inconveniente alguno en llamar “amistad” al afecto profesado por un lector al espíritu creador, al genio que se le revela en una obra literaria; siempre y cuando este significado de la palabra no se confunda con la relación personal a la que comúnmente se le da el nombre de amistad. Entonces tampoco tengo ningún inconveniente en reconocer que en el mismo sentido que un lector puede ser amigo de un escritor, un melómano puede serlo de un compositor y un apasionado de la pintura, de un pintor, ya que no solo el genio literario se revela en su obra; también lo hacen el musical y el pictórico, a quienes de igual modo que a aquel puede querérseles y sentirse uno mismo querido por ellos; también en la música y en la pintura se produce esa sensación de contacto con otra mente, esa compañía,esa amistad (con cierta ironía, a este sentido de “amistad” lo llamé antes “amistad refinada e intelectual”, frente a la “amistad vulgar y sensible”, que es como con igual ironía denominé al otro sentido, a la amistad que nace y se fortalece con el trato personal, no con el de las obras de arte). Ni en un sentido ni en otro, pues, la amistad es propia y exclusiva de la literatura; en el sentido de amistad vulgar y sensible, no es propia, y en el sentido de amistad refinada e intelectual, no es exclusiva. La amistad se resiste a ser el producto específico de la literatura. Así, la frase: “Sólo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido.” Podría ser considerada verdadera, si “espíritu” significase ‘genio literario’ y “entregarse” ‘entregarse – a la expresión de la palabra’. Pero el intelectualísimo personaje de Houellebecq no les da ese sentido, pues añade a continuación: “Por supuesto, tratándose de literatura, la belleza del estilo y la musicalidad de las frases tienen su importancia; no cabe desdeñar la profundidad de la reflexión del autor ni la originalidad de sus pensamientos; pero ante todo un autor es un ser humano, presente en sus libros, y en definitiva poco importa que escriba muy bien o muy mal, lo esencial es que escriba y que esté, efectivamente, presente en sus libros…”. De modo que por “espíritu” entiende ‘espíritu humano’ y por “entregarse” ‘entregarse – en la expresión de la palabra’. Para él, la humanidad de una persona se manifiesta perfectamente en la palabra, y la palabra alcanza su plena manifestación en la escritura, en la literatura; lo inefable no es humano, no tiene significación, no tiene dignidad, no tiene valor, no tiene belleza. Desde luego que mantener esta postura es de novela. Sal, Ximo, sal de la novela y mira ya no otras bellas artes sino por ejemplo el fútbol, que también te gusta mucho. ¿Puede la palabra recoger íntegramente ese juego, puede expresarse en palabras la calidad de un futbolista? ¿Acaso no es necesario verlo jugar para apreciar su genialidad? ¿Es que esta clase de genialidades no es característica de la mente, del espíritu humano? ¿No puede nadie tomar por amigo a un ídolo del balón a quien no conoce personalmente? ¿De veras podría un escritor estar presente en su autobiografía, si además de genio literario fuese un admirable futbolista?
Saludos.
Me parece un comentario excelente el que haces, y que en gran parte comparto. Tengo, sin embargo, que hacer algunas observaciones:
1º ¿Qué te lleva a afirmar que para el personaje de Houellebecq lo inefable no tiene significación, no tiene dignidad, no tiene valor, no tiene belleza.”? No creo que esa consecuencia se siga de su consideración de la especificidad de la literatura respecto al resto de artes. Tampoco me parece que implique que lo humano se muestra ” perfectamente” en lo escrito, y menos aún que no puedan haber otras formas o medios de mostrarse el espíritu y la mente aparte de la palabra. Aunque ésta, la palabra, sea quizá la forma más esencial, sencilla y fácil de mostrarse -y reconocerse- el espíritu. El cual, por lo demás, está presente en cualquier actividad humana, de la música al futbol, pasando por la gastronomía, la religión o el álgebra.
2º Efectivamente soy, como sabes, un gran aficionado al futbol, y por supuesto, admiro y he admirado a muchos grandes “artistas del balón”, pero lo cierto es que esta admiración, en mi caso, se queda en lo puramente futbolístico… en su habilidad para regatear, para rematar, en su rapidez, en su golpeo del balón, en su técnica, en su visión del juego… esta admiración no se traslada a ningún otro ámbito, y no he tenido, ni se me ocurre que pueda llegar a tener una sensación de amistad con un ídolo del balón. Pero no, no me resulta difícil imaginar que existan personas que puedan sentirla, y que ese ídolo sea para ellos un modelo en todos los aspectos y órdenes de la vida. Pero eso sólo muestra que esas personas son en ese aspecto muy diferentes del personaje de Houellebecq, del que en ese sentido -y no en otros- me siento más próximo. Leyendo a Descartes me he sentido mucho más en contacto con una mente, o espíritu, que viendo jugar a Cristiano Ronaldo, el cual ,por otra parte, me ha emocionado y hecho saltar de júbilo al meter el gol de la Undécima.
Saludos.
Gracias, Ximo, me alegro de que te guste mi comentario y de que hayamos acercado posiciones.
La razón por la cual afirmo que para el personaje de Houellebecq lo inefable no tiene significación, no tiene dignidad, no tiene valor, no tiene belleza es que dicho personaje, al tener por cierto que en la literatura puede revelarse la mente o Espíritu en su integridad, está considerando que, todo lo que no puede contarse, todo lo inefable, todo lo irrevelable por la literatura es irrelevante para la mente o espíritu. Así, enfrascada por completo en los libros, la mente se convierte en un intelecto, en una razón pura que no aprecia experiencia sensorial o mística alguna, que solo le interesan las narraciones y explicaciones, que desprecia el afecto de la consanguineidad y la simpatía personal aunque lo niegue de boquilla.
La mente, el espíritu es lo humano y claro que tal personaje afirma que lo humano se muestra perfectamente, íntegramente en la literatura; más que en el resto de las artes: “sólo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente”; incluso más que en la conversación personal: ”Sólo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo […]un autor es un ser humano, presente en sus libros, […] y durante los siete años que duró la redacción de mi tesis viví en compañía de Huysmans, en su presencia casi permanente.”
No niego que la palabra y los libros estén presentes en toda actividad humana; niego que toda actividad humana esté presente en los libros, los cuales ni siquiera te dirigen la palabra. La célebre opinión de Arthur Schopenhauer: “El que no ha tenido un perro no sabe qué es querer y ser querido.» Me parecía triste; pero después de examinar la de este personaje de Houellebecq, hasta me enternece.
Tampoco he dicho que tú hayas tenido una sensación de amistad con un ídolo del balón; ni lo he sugerido. Solo he dicho que te gusta mucho.
Saludos.